A diferencia de algunos países genuflexos, las superpotencias no subordinan sus asuntos sensibles a autoridades supranacionales.
En consecuencia, la orden de arresto contra Putin ( así como las decenas que se avecinan ) tienen sin cuidado al Kremlin.
A tal punto que -sin rubor alguno-, el expresidente Medvedev ha comparado esa orden con el papel higiénico. Y otros, apelando a eufemismos, le han llamado “papel mojado”.
Por supuesto, la decisión tiene una carga simbólica contagiosa, de la cual, esta misma columna es una muestra.
Pero en la dinámica de la contienda imperial, no tiene impacto asegurado.
Y no lo tiene porque, en el fondo, se trata de un sofisma, de un distractor que desvía la atención de lo esencial.
Y lo esencial es ganar la guerra, desalojar a Putin de Ucrania, negociar una solución y, lo más importante, reforzar la contención para que el grave error estratégico occidental de febrero del 2022 no vuelva a producirse.
En otras palabras, con estas maniobras jurídicas tan solo se avanza en la batalla de los titulares, dando paso a una guerra paralela, en sí misma estéril, a la que llamaremos la “Guerra de las Togas”.
De hecho, más se tardó la CPI en transmitir su orden, que Alexánder Bastrykin, presidente del Comité de Investigación de Rusia, en anunciar que se promoverá la creación de un tribunal especial internacional, una Corte paralela, que se encargue de juzgar los crímenes occidentales.
Y, para dar una muestra de su determinación, ya empezó a “identificar a los jueces” de la CPI que emitieron la "ilegal orden de arresto" de Putin para “adoptar las decisiones procesales correspondientes”, cuestión que, como es apenas obvio, en algo les puede quitar el sueño a los magistrados.
Con lo cual, es de suponer que las primeras órdenes de arresto de semejante tribunal serían para Zelenski, Sunak, Duda y Scholz. Para no hablar de Biden, que podría ser eximido por razones etarias.
Así que a todas estas, la pregunta viene siendo, ¿ entonces por qué atrae tanto la idea de activar o establecer tales tribunales internacionales ?
Y la respuesta es, porque en algunas contadísimas ocasiones han funcionado relativamente bien.
¿ Y por qué han funcionado ? ¡ Porque las superpotencias concordaban, cooperaban entre sí ! Pero eso es algo que hoy no es exactamente lo que está sucediendo.
Como se recordará, el caso más sobresaliente es el del Tribunal Militar de Núremberg.
Las potencias vencedoras juzgaron a los nazis derrotados -aunque eximieron al emperador de Japón- con el fin de lanzar un mensaje muy claro a las generaciones futuras.
Pero, claro, si la guerra hubiese sido ganada por el Eje, otro tribunal muy distinto habría sido el encargado, por ejemplo, del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, el genocidio de los “kulakos”, los gulags, la masacre de Katyn y el bombardeo de Dresde.
Para ponerlo en otros términos, a nadie le cabe duda de que, hoy, el agresor sobre Ucrania es el Kremlin, pero si se abre el frente de la Guerra de las Togas, todo se reducirá a saber quién le pone el cascabel al gato.
O sea, ¿ se dedicarán las grandes potencias a cazar gobernantes por doquier confiando en llevarlos a uno u otro tribunal aunque para lograrlo tarden cuanto sea necesario, tal como sucedió con Adolf Eichmann ?
¿ Realmente cree el fiscal Kahn que Putin imitará la conducta de B. Ntaganda y terminará entregándose voluntariamente ?
¿ Realmente piensa que, cual turistas ingenuos, Putin y su gabinente visitarán la Costa Brava, la Azul y la Amalfitana, a ver si los capturan ?
¿ Realmente contempla que, presa del miedo, Putin plantee en el Consejo de Seguridad de la ONU un retiro de sus tropas a cambio de que se le anule el proceso ?
Así que la Guerra de las Togas puede ser interesante, pero, en realidad, no es más que un distractor que aleja del verdadero objetivo estratégico.
Y el verdadero objetivo a día de hoy no es otro que el de la disuasión contundente para evitar que Putin y Xi Jinping invadan Moldavia, Georgia o la isla de Taiwán.
vicentetorrijos.com