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Una condena llamada amargura

Si hay algo que carcome al mundo femenino de nuestra época, es la amargura. Siempre ha existido, pero a medida que las bases familiares se han ido desmoronando o deteriorando, esta ha tenido un crecimiento vertiginoso en todas las esferas y en todas las edades.

Suena fuerte decirlo, pero algunos se atreven a expresar que el cáncer de la mujer es la amargura, y tiende a crecer de una manera muy pero muy sutil. ¿Qué la produce? Muy silenciosamente todos esos sentimientos de odio, celos no resueltos, resentimientos, vacíos de la niñez, sentimientos de orfandad, etc.

La amargura crece bajo, la superficie, en el suelo de nuestro corazón, hasta volverse un arbusto fuerte que da sus frutos.  Allí está la semilla y algún día brotará, afectando nuestro metabolismo, el sistema inmunológico, presión arterial, somos más propensos a morir de un ataque al corazón. ¿Te sientes atrapada en las redes de la amargura? Cuando permitimos que las ofensas, rechazos, heridas, frustraciones vayan afectando negativamente mis acciones diarias, deseos de venganza se van apoderando cada vez más y me atrapan en un mundo cruel y despiadado.

Todos necesitamos sanar nuestro ser interior, perdonar esas ofensas y perdonarnos a nosotros mismos. La vida siempre nos va a dar momentos difíciles; en el libro de Hebreos 12: 15 el apóstol Pablo nos expresa. “Cuídense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados.” Existen muchos motivos ocultos en el interior de cada persona, parecen imperceptibles, por eso la biblia la menciona como una raíz, no se ve, pero va creciendo lentamente, hasta que quedemos atrapados o sumergidos en ella. FRANK KAFKA novelista Checo (1883-1924) decía que “Las reacciones amargas de una persona pueden ser sentimientos negativos que se han venido ocultando desde la niñez”.

Todos en nuestro entorno, sobre todo los más cercanos en más de una ocasión, han generado raíces de amargura en nuestro corazón, padres, hermanos, tíos, nuestra pareja, amigos, etc. Y entonces nos vamos divorciando emocionalmente de ellos, ya no les llamamos con la misma frecuencia, no les celebramos fechas importantes, nos hacemos a un lado y nos portamos indiferentes ante una adversidad que puedan estar pasando.

La amargura es un trago que envenena, perturba, produce reacciones airadas, nos sentimos ofendidos por cosas simples, un chiste, un comentario inadecuado. En la Biblia, varios siervos de Dios experimentaron momentos de amargura en su corazón, Job (Job 10:11) Nohemí (Rut 1:20) entre otros; pero cuando se liberaron de esa cárcel y permitieron que Dios obrara en sus vidas, fueron bendecidos y llevaron bendición a los que le rodeaban. Estamos llamados a vivir los frutos del Espíritu Santo. Amor, gozo, paz, paciencia… Vivamos cada día como si fuera el último. Dios les bendiga.

Ruby Gómez. Sexto Sentido.