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Es fácil criticar.

Por: John Didier Rodríguez

 

La ley terrenal, en el código penal, es clara cuando establece que no hay delitos de sangre, no se heredan, no se endosan, ni se transfieren; y la ley divina es mucho más contundente en ese sentido cuando afirma que “el hijo no cargará con el pecado del padre”.  Pero eso no parece estar claro para muchas personas porque siempre será más fácil señalar, criticar, cuestionar. Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro. Es más cómodo sentarse en silla de escarnecedores, juzgar, y “rajar” de los errores de los demás.

Todo cuanto pase en la vida siempre tendrá dos bloques en contienda, enfrentados. Cualquier hecho que surja en una sociedad siempre habrá quién defienda y ataque porque creemos que debemos tomar partido en las circunstancias que rodeen cualquier hecho que se presente a nivel de familia, oficina, ciudad, país o a nivel mundial.

Es necesario que no olvidemos una de las enseñanzas máximas de Jesucristo que dice “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.  Si esa premisa estuviera clara en nuestra mente, seguro, antes de emitir cualquier juicio contra otra persona lo pensaría dos veces.

Por ejemplo, en el caso de la Vicepresidenta Martha Lucía Ramírez, en el que se recordó que tiene un hermano condenado en el pasado por narcotráfico, muchos de los opositores al gobierno salieron a pedirle su renuncia y a criticarla por haberlo ayudado a salir jurídicamente del problema y por no haberle contado al país.

Lo cierto es que mientras ella no sea declarada culpable de cualquier delito tiene derecho a desarrollar su vida profesional. O será que todos los que han salido a pedir su cargo y a hacer de ella leña de un árbol caído, han contado todo sobre su vida?

Por qué razón si uno tiene en su familia una “oveja negra” todos tienen que declinar sus aspiraciones.  Si ese fuera el rasero que diera vía libre para los cargos públicos,  muchos de los que están hoy en esas posiciones no tendrían porque seguir.

Cada persona debe responder por sus actos. Un ejemplo claro de ese procedimiento lo vivió el país con el General Oscar Naranjo quien siendo un alto oficial de la Policía reconoció públicamente que su hermano estaba en el negocio del narcotráfico cuando fue capturado en el exterior acusado de ese delito y eso no fue impedimento para él continuar su carrera al punto de convertirse en el director general del organismo de seguridad y luego ser vicepresidente.

Aunque hemos visto muchos casos en la clase dirigente que le miente a su electorado y fallan porque son sorprendidos quedándose con los recursos públicos, ese papel de juzgar es para la rama judicial.  Es fácil criticar pero ese rol de juez, inquisidor, prestarse para murmurar y lapidar a las personas porque se equivocaron,  no es el camino. 

La polarización que hoy vive el país es absolutamente dañina porque no construye y por el contrario destruye y acentúa unas divisiones que incluso se han trasladado a la convivencia, produciendo fisuras que han obligado a la separación y terminación de relaciones personales, familiares y de viejos amigos, todo por cuenta de tomar partido en hechos en los que no contamos con suficientes pruebas para tomar posición. Claro está, un día seremos convocados  a participar de la democracia y es ahí donde debemos fijar una posición depositando el voto, Dios mediante, por la mejor opción.