Uno de los terribles efectos del desequilibrio es el egoísmo.
Al decidir no obedecer a Dios, lo quitamos del trono de nuestra vida y tomamos nosotros ese lugar. El yo o el alma, que no está capacitado para dirigir a todo el ser (espíritu, alma y cuerpo).
Es afectado por presiones internas, conflictos reprimidos que todo joven experimenta fruto de experiencias de rechazo y además por presiones externas que vienen de un medio hostil. Esto hace que el frágil yo sucumba y enferme, manifestando su desequilibrio en dos aspectos:
– Inadecuada percepción de sí mismo.
– Inadecuadas relaciones con los demás (en las que se busca siempre sacar provecho y obtener un beneficio propio, o el yo se vuelve esclavo con tal de asegurar un poco de amor y aceptación).
Solo cuando un joven está conectado con Dios, vencerá su egoísmo, su autosuficiencia como también su dependencia de los demás, y se volverá un ser libre, seguro e interdependiente. Además, tendrá una adecuada imagen de sí mismo y un sano autoconcepto, y que, por tanto, puede establecer vínculos adecuados con los demás. Sus relaciones estarán basadas en el amor, el respeto, la libertad, la bondad, la benignidad, el compromiso y la paz.
Un alma equilibrada dará como resultado una adecuada percepción de sí mismo y unas benéficas relaciones interpersonales, lo cual, a su vez, influirá poderosamente en el cuerpo, produciendo bienestar, salud y fortaleza.
Solo un joven sano en sus tres dimensiones, comenzará a hablar y a actuar sin egoísmo, de modo que su vida represente una maravillosa bendición para su familia y comunidad.
Jóvenes así transformarán este mundo y traerán justicia y paz a sus vidas y familias.
LIBRO SUGERIDO.
Restauración integral.
NESTOR CHAMORRO PESANTES M.D
Escrito por Juan Carlos Gaviria y Yolanda Salazar