Puede sonar a ciencia ficción, pero el asunto se hace cada vez más sensible y delicado.
Se trata de lo referente a las amenazas intencionales o no intencionales que se generen contra la Tierra desde el espacio sideral.
De hecho, la comunidad científica concuerda casi al unísono con la posibilidad de que haya vida extraterrestre.
Pero eso, por lo pronto, no es técnicamente verificable, así que, al hablar de la defensa, se alude a las amenazas no intencionales.
En otras palabras, a la posibilidad de un evento catastrófico producido por lo que se conoce como objetos cósmicos cercanos a la Tierra o asteroides potencialmente destructivos.
Por estos días, y con creces, la película ‘Don’t look up’ ha puesto el tema sobre el tapete.
Y más allá de la parodia, la sátira y la ironía del filme, las grandes potencias están plenamente conscientes y concentradas en el tema.
Los EEUU, por ejemplo, cuentan con una agencia de Defensa Planetaria dotada de ingentes recursos para la anticipación estratégica.
Funciona bajo el criterio de coordinación interinstitucional y ha desarrollado planes interesantes para manejar las numerosas hipótesis de colisión.
Para no ir muy lejos, la sonda Osiris de la NASA se posó el año pasado sobre la superficie del asteroide Nebbus y recolectó material de gran valor químico.
La nave regresará el año entrante y tales muestras serán de gran importancia para refinar los cálculos gravitacionales.
China también maneja sus propios planes al respecto y evalúa, al mismo tiempo que Washington, si podría ser necesario lanzar una serie de proyectiles que pulvericen el asteroide.
Otro programa interesante es el que se conoce como DART, o del impacto cinético, es decir, que al juntarse una nave con un asteroide como Dídimo, se logre desviar el rumbo y evitar el choque.
Como sea, lo verdaderamente interesante es que, tanto en el campo ingenieril, como en el político-diplomático, se están emprendiendo las tareas un siglo antes de que algo así pueda resultar inminente.
En resumen, los gobiernos no pueden sentarse a esperar. Y no están con los brazos cruzados.
Pero, sobre todo, no pueden sentarse a esperar a que vuelva a suceder lo de Tunguska, en 1908, o lo de Cheliábinsk, en los Urales, hace siete años, ambos, eventos casi ignorados.
Podrán parecer pocas, pero lo cierto es que 1500 personas resultaron heridas … ¡ y eso gracias a que el golpe se produjo en un inmenso lago y en una zona despoblada !
vicentetorrijos.com