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Sanando las heridas del alma: reflexiones sobre el dolor y la resiliencia

Quiero dar inicio a este tema con un par de preguntas:

·         ¿Quíenes tienen alguna cicatríz, marca o huella en el cuerpo?

·         ¿Quíenes tienen alguna cicatríz en el alma?

Hoy vamos a hablar de todas las marcas y de todas las heridas que a lo largo de la vida hemos recibido, inclusive en la vida cristiana.

Gálatas 6:17

De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.

El apóstol Pablo ya era un hombre maduro, con mucho recorrido, curtido por los años y moldeado por las situaciones difíciles que ha vivido. De hecho, es así, con el transcurrir de la vida, vamos acumulando heridas, debido a las dificultades que hemos tenido que enfrentar, algunas marcas quedan en nuestro cuerpo como un recuerdo visible de alguna batalla, pero, otras quedan en las entrelíneas del alma, allí donde nadie las ve, pero que, seguramente en nuestros recuerdos siguen intactas cómo el día que las recibimos.

Cada marca, o cada cicatriz que nosotros ostentamos tiene una belleza particular, tiene un recuerdo, el que aún no tiene heridas en el alma o en el corazón, es porque no ha peleado, es porque se rindió, se dio por vencido.

En cambio, aquel que ha peleado, que ha luchado, tiene heridas en su corazón, las heridas son esas medallas, esas placas de honor que muestran que enfrentamos alguna adversidad, que no nos retiramos del campo de batalla, muestran que no nos rendimos ante una situación difícil.

Las vidas sin marcas, son vidas que no han pasado por ningún proceso.

Hay personas que llevan marcas físicas en su cuerpo del dolor recibido.

–       Enfermedades

–       Cirujías

–       Accidentes

–       Golpes y maltratos.

Hay personas qué tienen marcas en su vida sentimental.

–       Engaños

–       Rechazos

–       Separaciones

–       Tristezas

Algunos quedan amargados, otros deciden reponerse y salir adelante.

Porque los golpes que la vida nos da, nos pueden madurar o nos pueden resentir.

Pero, la mejor decisión que podemos tomar es amar, perdonar y seguir adelante, aún con algunas cicatrices en la vida, entendiendo que Dios nos ayudará a superar cualquier momento de dolor y todas las lágrimas que se han deslizado por nuestro rostro.

 2 Corintios 1:3-4

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.

Édgar Jaimes