🌐 ASTROLABIO # 223 - VIERNES, 22 DE SEPTIEMBRE DEL 2023
A diferencia de los seres humanos, cuya muerte puede ser certificada incontrovertiblemente, la situación tiende a complicarse un poco cuando de Estados se trata.
Con todo, en ambos casos puede haber factores que nublen la valoración, como sucede en medicina con la catatonia, por ejemplo.
Entendido como un síndrome psicomotor en el que prima la inmovilidad y no hay respuesta ante los estímulos externos, la catatonia era ( ¿ sigue siendo ? ) habitualmente confundida con la muerte.
Y aunque, metafóricamente, pueda hablarse de Estados catatónicos, en política puede hacerse referencia, más bien, a estados fallidos y colapsados, de acuerdo con el grado de dificultad en que se encuentren.
En general, cuando un paciente enferma severamente puede recuperarse del mismo modo con que los países superan sus disfunciones apelando a los mecanismos de la arquitectura anti fallas.
Asimismo, cuando la situación se agrava, puede haber cuidados extremos que liberen del colapso tanto a pacientes como a Estados.
Pero, volviendo a la pregunta original, ¿ puede hablarse de naciones que se encuentren, técnicamente, en fase terminal ?
Si, en términos médicos, un enfermo terminal es el que ya no responde positivamente a tratamiento alguno, de tal forma que su final es inminente, ¿ puede haber países que -sin estar siendo absorbidos por otros mediante una guerra-, sean considerados terminales ?
En tal sentido, las naciones terminales serían aquellos que tras sucesivas intervenciones humanitarias animadas por la responsabilidad de proteger, no han logrado recuperarse y, por el contrario, han llegado a la agonía, es decir, se han agravado de modo, al parecer, irreversible.
En la práctica, podría pensarse que Haití, Libia o Somalia, han llegado a ser Estados Terminales.
Sometidos a diferentes traumas a lo largo de su historia ( desastres, ocupaciones, dictaduras e intervenciones fracasadas ), la pregunta podría ser qué otros Estados, cuya soberanía no pasa de ser una falacia, clasificarían como tales.
Por supuesto, algunos de ellos se adentran en una etapa de negación y se ponen bajo la protección de potencias regionales que, durante cierto tiempo y en función de sus intereses y los recursos en juego, prolongan la debacle.
Otros, ni siquiera logran el protectorado y, a medida que se derrumban, caen en la irascibilidad, esto es, la tentación de agredir a otros tratando de ganar mediante la fuerza, tanto exigua como extintiva, algo de tiempo y aliento.
En definitiva, estos países, que pueden hallarse en cualquier vecindario, harían pensar en la necesidad de reactivar plenamente el Consejo de Administración Fiduciaria de Naciones Unidas que operó desde el fin de la Segunda Guerra hasta 1994.
Bajo el entendido de que al hallarse moribundos, o sea, incapaces de ejercer soberanía hacia dentro y hacia afuera, tales Estados alteran la paz y la seguridad internacionales ( empezando por la absoluta indefensión de sus propios ciudadanos ), podría considerarse necesario y hasta moralmente obligatorio revivir la noción de territorios en fideicomiso.
En suma, un régimen internacional que lograse evitar el horror, el caos, el genocidio.
Por lo menos, hasta que cada uno de estos países lograse la funcionalidad necesaria para reinsertarse en la sociedad de naciones de manera libre, pacífica y constructiva.
vicentetorrijos.com