1- Su jefe de debate ha sido Iván Duque.
Duque fue elegido desde la derecha para materializar el No a los acuerdos de La Habana, reconstruir la seguridad y la defensa, y refundar al Estado desde la base constituyente.
Pero los ciudadanos perciben que muy pronto se avergonzó de la derecha, se mostró trémulo ante las presiones de los extremistas, tributariamente insensible, ignoró a su mentor, el presidente Uribe, se volvió complaciente con las Farc y se encerró en el palacio a analizar la pandemia por televisión.
En otras palabras, quebró ( autolesionó ) a la derecha y propulsó a la izquierda, situación a la que se conoce como el ‘síndrome de Macri’, por alusión al presidente argentino de derecha que terminó tendiéndole la alfombra roja al kirchnerismo para que regresara al poder.
De hecho, no hay precandidato al que se le ocurra presentarse como su sucesor ; el que fue su propio partido, ahora lo evade y lo lamenta ; y ha logrado algo excepcional, algo que, racionalmente, resultaba casi imposible en la realidad política colombiana : que miles de uribistas estén apoyando a Petro.
2- Por ende, Petro no ha tenido que esforzarse demasiado.
Pero tampoco se ha apoltronado tan solo para seguir siendo el que siempre había sido.
Se ha reinventado por dosimetría, recogiendo con paciencia el desencanto de la derecha pero adaptando a su entorno las enseñanzas de Lula. Es lo que se conoce como el ‘catecismo Da Silva’.
Me explico. Lula fue varias veces candidato fallido en Brasil. Siempre tenía absolutamente asegurados los votos de su Partido de los Trabajadores, pero de ahí no pasaba.
Entonces, comprendió que causaba mucha aprensión entre la clase media pues, influida por el discurso del miedo generado desde la derecha, ella le temía como si fuese un engendro del demonio.
Matizó su discurso, cambió el activismo sindical por el moderno mercadeo político occidental, mejoró su vestuario, amplió su círculo directivo introduciendo a los derechistas desilusionados y lanzó un programa inclusivo no solo para administrar a un país durante cuatro años sino para sacar a Brasil de la miseria y modernizar su sistema productivo, incluido el aparato militar industrial.
Dicho de otro modo, no solo se limitó a ser la “alternativa de la centroizquierda” brasilera sino que creó un modelo de liderazgo continental para refundar la socialdemocracia, tomando distancia tanto del despotismo absolutista de la familia Castro en Cuba como del violento sanedrín chavista.
Interpretó bien el momento histórico en que las corrientes progresistas se hallaban -como se hallan hoy- a la deriva en América Latina y en vez de seguir alimentando el discurso de la lucha de clases y la promoción del terrorismo, creó una serena pero contundente ilusión de cambio y supo gestionarla en medio del caos, la inseguridad y la pobreza.
Así que mientras la derecha se desgastaba día a día tratando de fabricar candidaturas de postín, figurines y maniquíes, Lula supo atraer al cristianismo, a muchos sectores de la verdadera derecha ( no a la pseudoburguesía ) y formó un curioso sistema populista al que la sociología política identifica como solidario y productivo al mismo tiempo. Al mismo tiempo.
vicentetorrijos.com