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Podría pensarse que la entrevista de Meghan Marckle y el príncipe Harry fue tan solo un asunto de farándula, pasajero e intrascendente. Pero es todo lo contrario.

 ASTROLABIO # 92 / VIE 12 MARZO 2021

Primero, porque se orientó a socavar una institución como la Corona, siempre vital para la estructura de seguridad occidental.

Segundo, porque pretendía afectar la estabilidad del Reino Unido, ya no mediante actos terroristas como los del IRA en su momento, sino recurriendo a la guerra cognitiva : la de los símbolos, discursos, imaginarios colectivos y narrativas de distorsión.

Y tercero, porque fue seguida por 17 millones de espectadores, algunos animados por una especie de morbo literario, pero la mayoría movidos por el afán de dotarse de argumentos para torpedear el orden monárquico democrático y parlamentario.

Con todo, el resultado de una maniobra táctica no siempre reporta éxitos estratégicos.   Y tal entrevista es un ejemplo.

En efecto, el alto impacto que causó se revirtió, en una especie de ‘efecto bumerán’ sobre los protagonistas, o sea, la pareja y su animadora, una periodista gustosa de promover causas tangenciales y partidistas basadas en protuberantes sesgos ideológicos.

Primero, quedó claro que la señora Markle sufre trastornos mentales que la han puesto al borde del suicidio, a tal punto que su propia hermana, llamada Samantha, sostiene que « debe visitar a un psiquiatra cuanto antes. »

Segundo, sacó a flote la intemperancia del príncipe, sometido como está al verticalismo autoritario de una esposa que a duras penas le concede la palabra.

No en vano, la mencionada Samantha afirma que él es víctima de una especie de síndrome de Estocolmo, aquella paradójica situación en la que un rehén termina experimentando afecto y simpatía hacia quienes lo tienen secuestrado.

Y tercero, porque se acusa a la Casa Real de racismo cuando parece que sucede todo lo contrario, esto es, que apelando al victimismo, la transferencia y la paralipsis, la señora Markle se solaza en el amarillismo sensacionalista.  Amarillismo que produce con pasmoso desparpajo étnico valiéndose de su condición de mulata.

En resumen, las aspiraciones del trío televisivo, basadas en la ilusión de desencadenar una sonora controversia con el palacio de Buckingham, se vieron totalmente frustradas.

De hecho, la respuesta de la Corona no pudo ser más afectuosa y comprensiva, sin molestarse un solo segundo por atizar el fuego, entre otras cosas porque mientras los transgresores del orden se desgañitaban con su retórica cáustica, la realeza estaba consagrada a desarrollar su agenda sin pestañear siquiera.

Agenda en la que se destacó, con creces, la celebración interracial del día de la Commonwealth, esa poderosa Comunidad [ británica ] de 54 Naciones que fueron colonias y que hoy cooperan intensiva y creativamente bajo el liderazgo de Su Majestad.

 

vicentetorrijos.com