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Nunca es tarde: estudia una carrera después de 10 años de vivir en la calle

La drogadicción le arrebató la vida y el hogar que había formado. Vivió durante 10 años en la calle y ahora se esmera por recuperar su proyecto de vida. Esa es la historia de Mauricio Soler Páez, quien pasó 10 años habitando la calle y lleva uno en la Comunidad de Vida El Camino, centro atendido por la Secretaría de Integración Social.

 Inició su consumo a una edad madura, ya sobre los 40 años, y pensó que lo podía manejar. “Tenía mi hogar y una vida exitosa hasta que conocí la cocaína. Inicié como consumidor social, pero se me salió de las manos y terminé empujado por una fuerte adicción habitando la calle y consumiendo bazuco”, recuerda este bogotano, ahora con 60 años, convencido de que nunca es tarde para volver a empezar.

 A estas alturas Soler vestía como indigente y hablaba con jerga de ‘ñero’, como el mismo afirma. “Si no hago ese ejercicio de adaptación los demonios que reinan en la calle me tragan. Para financiar mi consumo, hice cosas que jamás pensé hacer, como robar”, recuerda. Como no se sintió cómodo con eso, empezó a reciclar cartón y a vender ponqué en la olla.

 Pero estar ahí es muy fuerte y por eso, pasado el tiempo, Mauricio se siente afortunado al haber salido con vida de allí. “Me vi involucrado en dos balaceras de las mafias que controlaban el lugar. Muchos cayeron y yo milagrosamente me salvé. Tengo en mi espalda un costal cargado de vivencias muy duras”, dice.

 Agobiado por los fantasmas de la muerte y el consumo, un día pensó que era hora de salir de ese estilo de vida y tomó la decisión de dejar las calles. “Los ‘Ángeles de la Calle’ me hablaron de la comunidad de El Camino, así que tomé la decisión con conciencia de cambio, pensando que a lo mejor es la última oportunidad que me queda y hay que aprovecharla”.

 Gran parte de su deseo de salir adelante está centrado en su familia, en su esposa, una  psicopedagoga en una entidad del Distrito; su hija, ingeniera ambiental, y su hijo, publicista. 

“Validé el bachillerato el año pasado estando aquí en El Camino, y a comienzos de este año tuve la fortuna de acceder a una beca para estudiar salud ocupacional en la Universidad Libre.  Me dedico varias horas a la semana a estudiar virtualmente, gracias a las facilidades y colaboración que me dan. Quiero reivindicar mi vida y tener mi cartón junto a los títulos de los otros integrantes de mi familia”, dice Soler. 

Antes de su adicción, Mauricio había sido una persona proactiva y diligente: estudió mecánica industrial en el SENA, trabajó en una entidad bancaria y hasta en una petrolera en Venezuela. 

Ahora, “quisiera ser promotor social para aprovechar mi experiencia y devolver lo recibido en Integración Social. Tengo mucho que aportar sobre la habitabilidad en calle y el consumo de sustancias psicoactivas. Quisiera tener un espacio para hablar sin tapujos y contar mi historia para que no se repita”.