Alguien puede vivir cien años, pero en la amargura, el desdén y la apatía.
En otras palabras, se puede tener una vida asistida por tecnología médica, pero de poco vale si es vacua y vacía, fútil y deleznable.
Incluso, una vida corta, pero intensa, florida y enriquecedora como la del genial escritor norteamericano Thomas Wolfe, que solo llegó a los 38, puede ser más excitante que la de sátrapas como Yoweri Museveni ( 78 ), Nursultán Nazarbáyev ( 82 ), o Robert Mugabe ( 95 ).
Entonces, aun cuando se tenga la fortuna de gozar de los cinco sentidos, la longevidad gratificante es lo verdaderamente importante.
Por supuesto, siempre habrá gente que goce del masoquismo, la acidez y el aislamiento estilita.
Gente para quien su modelo de vida es el de Alipio, Teódulo, Lucas el Taumaturgo, Niceta de Preslav o el gaucho Aballay.
Pero en sano juicio, y sin traumas mentales a cuestas, se supone que un ser humano no solo aspira a la vegetabilidad sino al goce de vivir.
Goce de vivir que, para no ir muy lejos, puede definirse -en orden de complejidad- por los tres verbos básicos de la existencia : leer, hablar y escribir.
Es por eso que resulta necesario reconocer a diario el inmenso trabajo científico de Gianni Pes, Michel Poulain y Dan Buettner, estudiosos de las que ellos mismos marcaron como “zonas azules” del planeta.
Como se recordará, en tales zonas pululan octogenarios, nonagenarios, centenarios y supercentenarios ( quienes han logrado superar los 110 ).
Gente de vida bien vivida : con problemas y desdichas, con limitaciones y privaciones, claro está ; pero, al fin y al cabo, cien, o más años bien vividos.
Por eso hay que ir a Barbaglia ( Cerdeña, Italia ), Okinawa ( Japón ), Icaria ( Grecia ), Loma Linda ( California ) y la Península de Nicoya ( Costa Rica ).
Es gente que vive saludablemente ( rompe creativamente las rutinas ) y lo hace en comunidad ( interactuando creativamente con otros ).
Creatividad, en suma, que se traduce en tener razones para vivir ( antónimo de “jubilación y retiro” ), reductores de estrés ( no enfrascarse en las mismas cuestiones cada día ), mantener una actividad física aceptable, aprovechar cada minuto en familia y participar activamente en grupos sociales.
Pero también, consumir moderadamente bebidas alcohólicas como el bíblico vino y aferrarse a la fe, pero, volviendo al inicio, no a esa fe de Simeón el cascarrabias montado en su stylo y alejado del mundo, sino la fe basada en la alegría, transmitiendo a otros la Palabra.
En síntesis, perseguir el objetivo de hacer del planeta una gigantesca Zona Azul para desterrar el fantasma de la crisis climática y vivir mucho.
Pero, sobre todo, vivir bien.
vicentetorrijos.com