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No es un cóndor, es un fénix

Definir a Nairo Quintana siempre llevará a pensar en un superhéroe, un hombre de hierro que todo lo puede, el cóndor que voló para conquistar tierras europeas y, desde su primer triunfo en el Tour de L´Avenir, en 2010, se convirtió en el nuevo gran capítulo de la historia del ciclismo colombiano.

Y es que desde Lucho Herrera, no se había visto un perfil con las aptitudes y cualidades de Nairo. Repasar su palmarés nos lleva a contar 51 victorias como profesional, de las cuales logró dos de las tres grandes, Giro y Vuelta; el anhelado Tour quedó en un sueño para Nairo, sin embargo, siempre encontró un lugar en el podio en Francia y logró alzar los brazos en etapas que solo un corredor como él podía ganar.

Con sus 1,67 de estatura, ha estado siempre a la altura de los más grandes corredores del pelotón internacional; su presencia en las diferentes competencias lo ha marcado siempre como favorito y el rival a vencer. Gracias a sus resultados, se ganó el respeto y la admiración de sus rivales.

La vida profesional de Nairo, como la de cualquier ser humano, no ha sido siempre color de rosa. Basta recordar los inconvenientes que llevaron a su salida de Movistar, la llegada a una escuadra de segunda categoría como el Arkéa y volver a pelear un espacio en el WT, mientras enfrentaba enfermedades, lesiones y el bajón en su curva de rendimiento. Contrario a lo que se podría pensar, estas situaciones llenaron a Nairo de motivos para exigirse mucho más en su preparación y en cada carrera de su calendario.

El capítulo 2022, para Quintana, mostraba a un ciclista con más fuerza en su corazón y mayor resistencia en sus piernas; después de su top 10 en el Tour mostraba grandes sensaciones para enfrentar una Vuelta a España diseñada para corredores con el perfil de Nairo. Colombia se ilusionaba de nuevo, hasta que vino lo impensado. El Tramadol, la descalificación y una serie de hechos en su defensa, puertas que se cerraron y la incertidumbre por su continuidad en el ciclismo.

Los rumores de su retiro se hicieron fuertes, los homenajes a su carrera como profesional no dieron espera, parecía un hecho inminente que Nairo colgaría la bicicleta y como la canción de Diomedes, “mejor me voy, mejor me voy como hace el cóndor herido.” Pero ese, en definitiva, no es Nairo, herido no se iba a ir, no sin batallar hasta el final.

Ahora Nairo, como buen guerrero, enfrenta la cruzada por conquistar una escuadra que crea en él, lo apoye y lo lleve de nuevo a la cima del ciclismo internacional. Porque como bien lo manifestó, se considera “un luchador, que ante todo, reconoce en el ciclismo colombiano a hombres y mujeres que se sobreponen a todo tipo de circunstancias: la pobreza, la desigualdad, la discriminación y la injusticia.”

“Hoy quiero decirles que estoy en buena forma para seguir, que debido a los acontecimientos de los últimos meses, en los que es innegable el ambiente enrarecido en el que me he desenvuelto y la inexplicable muralla que se ha levantado entre las posibilidades de competir y mis deseos de seguir haciéndolo, no me rindo y sigo hacia adelante.”

Las palabras con las que Nairo se muestra ante el mundo, consciente de sus capacidades físicas y lleno de ciclismo en su alma, confirman que la lucha y el sacrificio son los únicos caminos que él conoce para desenvolverse en la vida, por lo tanto, no va a claudicar, seguirá “batallando por competir y por continuar sobre la bicicleta hasta que su cuerpo y su mente resistan.” Estas circunstancias serán las que determinen el momento en el que Nairo ponga punto final a su vida profesional

Así que hoy, en medio de un ambiente confuso, Nairo se transforma y ante todo lo que vive, quiere surgir de las cenizas, como el fénix y como lo cantó con Velo de Oza, “Chowé” (estaremos bien en dialecto chibcha):
“Con la fuerza que nos hace raza, con el power de la música carranga, con la ruana y el sombrero en el corazón.”

Porque este fénix es boyacense y deja un mensaje muy claro con la música: “Somos soñadores que no paran de soñar, por eso dejamos todo el corazón en nuestra lucha, así como nos enseñaron los abuelos, porque ser el mejor no es vencer a los demás, es quien supera sus propios límites.”

Hay Nairo para rato y cuando las puertas se abran, seguirá su vuelo victorioso.

Por: Laura Marcela Ruiz Rangel