Me gustó mucho ver por estos días un informe en un noticiero de televisión donde una mujer joven, se sentía hoy orgullosa y llena de gozo por lo mismo que fue infeliz cuando cursaba bachillerato porque todos sus compañeros la molestaban por ser gorda, pero hoy esa misma condición la lleva a ser una de las modelos colombianas mejor pagas en todo el mundo.
Por qué será que siempre, y sobre todo en nuestra adolescencia, nos sentimos feos, incapaces, inadecuados, inferiores, e incómodos con lo que nos correspondió en suerte físicamente. Generalmente tenemos una imagen equivocada de lo que realmente somos, alimentada en buena medida por nuestros conflictos, por la opinión de los demás y el bullying, que no se le niega a nadie, en nuestra escuela o colegio.
Son, por lo general, en esos lugares donde nace nuestra falta de autoestima y valía. A veces también esos conflictos son alimentados desde casa, pero la verdad, cualquiera que sea el origen, es un hecho infortunado que nos causa mucho daño porque siempre se aloja en nuestra mente un concepto que no es el que realmente deberíamos tener y en ocasiones esa manera de pensar nos lleva al fracaso.
Se nos olvida que según la Palabra de Dios fuimos hechos a su imagen y semejanza, y por lo tanto somos una obra maestra, porque Dios todo lo hace perfecto: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”, Génesis 1:27.
Pero la gran mayoría de los seres humanos está descontenta porque incluso hasta las personas bonitas físicamente se sienten acomplejadas. Hay una edad, y sobre todo cuando no hemos conocido de Dios, en que sentimos que no somos capaces, que no le gustamos a nadie, que no merecemos ese puesto, esa persona, o eso que anhelamos.
Infortunadamente uno siempre se acompleja por lo que los demás digan de uno, lo que piensen de uno, y le da mucho valor al qué dirán, cuando esa no es la verdad de lo que uno es. La realidad es que somos una obra perfecta, maestra, hermosa diseñada por Dios. Cuando fui consciente de esa verdad, atrás quedó, por lo menos en mi caso, mi complejidad por la baja estatura, dejé atrás el perfeccionismo en el que me refugiaba para equilibrar mi falta de autoestima y mi desconfianza en mí mismo.
Dicen las Sagradas Escrituras en el salmo 139 en sus versículos 13 y 14 que mis entrañas fueron formadas directamente por Dios y que mi alma lo sabe muy bien: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien”.
Cuando no hay una buena autoestima busco sobresalir en algo que compense ese faltante. Suelo estar a la defensiva. Cuando somos agresivos por ejemplo, estamos dejando en evidencia esa falta de amor que hay en nuestra vida. El amor es clave en el desarrollo de una persona. La mayor necesidad del hombre es amar y sentirse amado.
Muchas veces los ambientes en las casas no son los mejores, y en ello incide mucho la manera como hemos sido educados, en el trato que nos han dado en nuestro hogar. De ahí que si la educación en casa ha sido con violencia verbal, física o psicológica, nos cuesta creer que alguien nos pueda querer y más nos cuesta aceptar que soy importante para Dios.
Pero Dios en su palabra en varios pasajes me dice que me ama, que soy como la niña de sus ojos y de manera puntual en Malaquías 3:17 dice que soy su especial tesoro: “Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve”. Incluso en el libro del amor habla que dará vidas por nosotros: “Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida”, Isaías 43:4
Así las cosas, para salir de ese estado es necesario tener un encuentro personal con Jesucristo, la fuente de vida, para poder experimentar el impacto del sobrenatural amor de Dios que me permite ser sano de mis conflictos y complejos y así verme como Dios me ve; y el sentirme pleno me lleva a desarrollar todas mis capacidades, a no mendigar amor, me proyecto, me tengo confianza y seguridad.
En este orden de ideas reconozco que soy una obra maestra. Soy único e irrepetible. Mis características físicas fueron diseñadas exactamente por Dios a la luz de lo que dice la Palabra en el salmo 139:16 “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”.
No hay nadie que sea perfecto sobre la tierra, y la belleza es subjetiva y pasajera, de manera que lo más importante no es lo de afuera sino lo de adentro. Para mantener una buena autoestima debemos aprender a aceptar el paso de los años, según lo expresan las Sagradas Escrituras en 2ª Corintios 4:16 “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva día en día”.
Uno de los mayores problemas más frecuentes del ser humano para proyectarse es el miedo y el temor pero Dios nos manda a que nos esforcemos y seamos valientes. No en vano en las sagradas escrituras está más de 365 veces la palabra no temas, es decir, una para cada día del año. No debemos alimentar más los pensamientos de fracaso porque en Isaías 55:8-9 es claro el Señor cuando nos dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.
Para empezar a dar un giro sobre mi vida debo disfrutar cada segundo, agradecer por lo que tengo y soy y no sufrir más por lo que no tengo y no soy. Aprender a ver el vaso medio lleno y no quedarme en el punto negro que hay en una hoja blanca.
Todo tiene sus ventajas y desventajas. Así que Dios no se equivoca y el solo hecho de que usted exista significa que es un ganador porque para que usted esté respirando quiere decir que le ganó una carrera a cerca de 300 millones de rivales en la lucha por fecundar el óvulo de la madre.
Una nueva vida la empiezo a experimentar con la presencia de Dios en mi vida que recuerdo que se inició cuando expresé estas palabras que alguien me compartió ´´Señor Jesucristo: Yo te necesito. Reconozco que tú moriste por mis pecados, te pido que entres a mi vida como Señor y Salvador, y hagas de mí la persona que tú quieres que yo sea´´.