Por: John Didier Rodríguez
En lo corrido del año, 178 mujeres han sido víctimas de feminicidio y la mayoría de los agresores fue su pareja o ex pareja y Antioquia es el departamento con más casos, seguido de Valle y Bogotá, según un informe de Medicina Legal.
Y en ese mismo orden de ideas, las estadísticas reportadas por concepto de la violencia intrafamiliar durante la pandemia, muestran que ha habido un incremento de un 175% a nivel país, y del 70% en Bogotá.
Es urgente que desde casa los padres enseñen a los niños que no se debe golpear a una mujer, maltratar ni hablarle en términos desobligantes pero infortunadamente en algunos hogares se hizo costumbre que a la mujer se le maltrate, incluso con el ejemplo del padre.
De igual forma la responsabilidad en estos sucesos está en el Estado y por lo tanto se debe incluir en el pensum académico una cátedra que vele por estos valores de respeto y buen trato hacia la mujer.
Los hombres definitivamente no sabemos tratar a la mujer porque somos bruscos, violentos, déspotas, ásperos, quizás como parte de una herencia cultural machista que debemos trabajar ya para abolirla.
Dios en su infinita sabiduría nos dice en 1 Pedro 3:7 “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”.
Me llama la atención la parte final del versículo que nos advierte que si los hombres no sabemos tratar a la mujer no esperemos que nuestras oraciones lleguen a la presencia de Dios y sean escuchadas porque seguramente nuestra violenta manera de ser es lo que está estorbando nuestras peticiones y estas no están siendo contestadas.
Muchas veces los hombres nos lamentamos que no entendemos a la mujer pero claramente el llamado que Dios nos hace es a amarlas, no a entenderlas, seguramente porque una mujer amada tiene un comportamiento distinto. No en vano en Efesios 5:25 el Señor nos dice “Maridos, amad a vuestras mujeres...”.
Aunque es normal que haya diferencias en un matrimonio, estas deben ser superadas en el mismo día que ocurren gracias al diálogo, al respeto mutuo y a la intimidad que cada uno tenga con Dios.
Para mejorar nuestras relaciones familiares es importante que no se permita que se levante la voz, que se grite, y en caso que esto ocurra pedir perdón y procurar no volverlo hacer. Si las personas se levantan la voz es muy posible que el siguiente paso sea la agresión. Según Efesios 4:26 “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”, es claro que debemos limar nuestras diferencias todos los días y superarlas pero hay hogares que se dejan de hablar por semanas.
Y no olvidemos un dicho popular que dice que para pelear se necesitan dos o el pasaje de las Sagradas Escrituras que dice en Proverbios 15:1 “La blanda respuesta quita la ira: Mas la palabra áspera hace subir el furor”.