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Los indicadores de riesgo en el sistema internacional se han acelerado recientemente y los EEUU parecen muy interesados en frenar la tendencia.

🌐 ASTROLABIO # 208 - VIERNES, 09 DE JUNIO DEL 2023

 

Por una parte, aparece la delicada iniciativa rusa de enviar armamento nuclear a Bielorrusia, también vecino de Ucrania, y su aliado más importante en Europa del Este.

Como es natural, las superpotencias siempre han evitado el uso de este tipo de armamento por temor a una escalada irreversible, es decir, al cataclismo.

Pero también es cierto que si Rusia viese afectada directamente su integridad territorial, contemplaría la posibilidad de usarlo, precisamente porque Ucrania no dispone de esas armas.

En tal caso, Moscú no solo estaría defendiendo su soberanía sino que podría ponerle fin de un solo tajo a la costosa guerra de desgaste en que está inmersa, obligando a Kiev a firmar la rendición, pues, en semejante escenario, la OTAN ( y los EEUU ) no tendrían otra opción que autocontenerse.

Es por eso que los aliados occidentales se han abstenido de vincular a Ucrania a la OTAN, ya que eso significaría entrar automáticamente en guerra con el Kremlin y a ninguna compañía de seguros se le ocurriría expedir una póliza contra incendios cuando la casa está siendo devorada por las llamas.

Y es por esa misma razón que la Alianza se ha abstenido de suministrarle a Kiev cazabombarderos decisivos o tanques de última generación que llevasen a Moscú a entrar en guerra directamente con ella precisamente por haberse extralimitado en el apoyo basado en el derecho a la legítima defensa.

Por otra parte, la situación se agrava si se tiene en cuenta que, al usar mercenarios para no ser señalada como responsable, Ucrania ha empezado a incursionar en territorio ruso, afectando a los civiles.

Y si a todo esto se le suma el hecho de que China ha estado insistiendo más que nunca, tanto mediática como militarmente, en su propósito esencial de recuperar a Taiwán, el panorama se agrava mucho más aún.

En otras palabras, Washington entiende que la situación global podría salirse de control repentina y fácilmente, lo que hace necesario encontrar una fórmula reguladora y multidinámica en medio de las crecientes tensiones.

En consecuencia, se percibe, primero que todo, que la Casa Blanca se está enfocando  en explorar las eventuales ventajas de una mediación de Pekín y de la Santa Sede para lograr un acuerdo entre Kiev y Moscú.

Curiosamente, China ha incorporado en su repertorio estratégico un perfil como poderoso mediador con el propósito de incrementar su influencia global basada ya no solo en lo comercial, lo tecnológico y lo militar, sino también en la reputación, el prestigio y la cooperación.

Esta actitud, materializada en una propuesta de doce puntos dada a conocer a comienzos de año, podría acompasarse bien con las gestiones encomendadas por el Papa Francisco al cardenal Matteo Zuppi con el fin de aliviar las tensiones en el conflicto.

Por otra parte, Washington se enfoca también en restablecer y mantener abiertos los canales de diálogo crítico con Pekín, interrumpidos por los apoyos que Taipéi ha venido recibiendo de los EEUU durante el último año.

Tales apoyos, consistentes en la advertencia de que habrá una respuesta en caso de que China decida actuar militarmente sobre la isla, no desvirtúan el reconocimiento norteamericano de que solo hay una China, pero sí han llevado a Pekín a restringir sensiblemente la comunicación con el gobierno Biden.

Tan drástica ha sido esta actitud, que el propio director de la CIA, William Burns, ha tenido que viajar hace pocos días a Pekín para persuadir a los chinos de la necesidad de mantener activa una comunicación preventiva ante cualquier emergencia que comprometa el statu quo.

Obviamente, este tipo de contactos no garantizan que los chinos se abstengan de usar la fuerza, tal como lo demostró el viaje que, de modo muy similar, emprendió Burns a finales del 2021 para desanimar a Vladimir Putin de invadir a Ucrania ; pero al menos podría ser útil para buscar alternativas.

Por último, la presidencia estadounidense ha recordado las virtudes que tienen los regímenes internacionales y se enfoca en proponer uno nuevo, el de “notificación del lanzamiento de misiles”, del cual harían parte las cinco superpotencias nucleares que gozan de asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

En sana lógica, podría preguntarse qué sentido tiene un régimen destinado a informarles a los otros que se está preparando un lanzamiento, o que este ya se ha iniciado, anulando así el factor sorpresa en el que se basa este tipo de decisiones extremas.

Pero, aún así, no resulta del todo deleznable una idea que se halle destinada a “reducir o gestionar el riesgo de percepciones y cálculos erróneos en tiempos de crisis mediante una combinación de diálogo, transparencia y acuerdos".

En resumen, independientemente de que estos tres grandes enfoques aquí estudiados tengan, de suyo, limitaciones ostensibles, tales limitaciones no obstan para implementarlos y, sobre todo, para combinarlos creativamente.

Dicho de otro modo, el diálogo crítico, la mediación compartida y el régimen de notificación preventiva pueden conformar una panoplia estratégica de alto impacto que saque a los decisores de las tinieblas decisionales y de ese peligroso marasmo conflictivo en que actualmente se encuentran atrapados.

vicentetorrijos.com