¿Qué tan preparado está nuestro sistema educativo para atender a nuestros estudiantes?
Cuando un alumno se sale del estándar común que existe en un salón de clase, es fácil tacharlo de mal estudiante, uno rarito, lo aíslan y es víctima de bullying, porque no hay tiempo para detenerse y analizar a dicho educando.
Hoy por hoy, el tiempo es corto, hay un cronograma escolar que cumplir, los padres están muy ocupados y sacar un espacio para acompañarlo, suele ser bastante difícil, parece suficiente con mandarlos hacer sus actividades: “Ellos ya saben, ya están grandes, yo ya cumplí, ellos verán”.
¿En qué momento un padre se da cuenta cómo va su hijo en clase: si es feliz o está sufriendo; si siente aceptado o si no; si su hijo tiene una condición especial de aprendizaje o no? Es fundamental apartar el tiempo para acompañarlo.
El espacio de los quehaceres académicos con los hijos, es el más valioso para compartir con ellos; escuchar sus quejas; conflictos; para analizarlos; ver sus gestos, que a veces hablan más que las palabras, y darles las pautas para enfrentar cada situación. Este no es el momento para regañarlos, ni gritarlos.
Es determinante entender en qué momento, como padres, debemos intervenir e ir hablar con los profesores, que la institución educativa sepa que ese niño tiene unos padres que lo aman, están comprometidos, dan la cara por él y que están dispuestos a esforzarse para sacarlo adelante.
¿Qué más se descubre al acompañar las tareas de los hijos? Se manifiesta que como familia somos equipo, que podemos aportar los unos a los otros desde nuestras opiniones, posiciones y capacidades, que estamos presentes para apoyar su labor y todo esto, genera un sentido de pertenencia, una familia que lo rodea.
También podemos descubrir si el infante tiene una manera diferente de aprender, si tiene dificultad, puede, incluso, tener un estado cognitivo especial.
Hablando específicamente de estos casos, cuando se evidencia una determinada condición compleja, es importante el detalle, superar cualquier negación o señalamiento, necesitan una ayuda extra, la de un profesional de la salud, que les diagnostique y pueda generar un tratamiento de apoyo directo.
Abordando el caso específico de mi casa, he encontrado que lo expuesto, ha resultado muy importante para mi familia. Descubrimos, junto con los especialistas, que nuestro hijo tenía la condición de déficit de atención, en otras palabras, tenía una forma diferente de aprender. En mi necesidad busqué aliados: hablé con los profesores y psicóloga del colegio, para efectuar un trabajo en equipo, donde establecimos unas líneas de comunicación directa, para tener la información de sus tareas a primera mano y del refuerzo que se debía desarrollar para apoyarlo.
Con mi hijo descubrimos que aprendía mejor viendo en videos, donde se hablaba de la temática y si a él le llamaba la atención, profundizaba más en el tema, a punto de que logramos un avance en su aprendizaje sorprendente, con resultados maravillosos, de tal manera que en las pruebas Saber de quinto grado, fue uno de los mejores puntajes de su salón.
La atención requerida no terminó allí, debimos seguir con las asesorías de tareas, así estuviera en secundaria, y con las diferentes terapias, hasta que descubrimos serios problemas de socialización, lo que nos llevó a nuevos estudios que cambiaron el diagnóstico, tenía el Síndrome Asperger (Trastorno del comportamiento que afecta la capacidad de socializar y comunicarse con efectividad). Significó mayor atención, nuevos apoyos en salud, más y mejor compromiso y fortalecimiento de la ayuda en socialización; todo esto, para decir, prueba superada.
Mi hijo ya se graduó de sus estudios secundarios con uno de los mejores puntajes de su colegio; logró hacer amigos, terminó satisfecho, con plena realización y ahora, se prepara para su ingreso a sus estudios universitarios.
Todo esto para significar que sacar el espacio de tiempo para el apoyo de las tareas escolares de nuestros hijos es REDESCUBRIRLOS.
Recomiendo los libros del Doctor, Néstor Chamorro Pesantes, “Una identidad con sentido” y “No es pecado amarse a sí mismo” de la editorial Publimundo.
Osiris Medina Corzo.