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Las superpotencias mundiales no solo cometen errores estratégicos. Cometen supererrores estratégicos.

 ASTROLABIO # 189 / VIE 27 ENERO 2023

Por ejemplo, los EEUU han incurrido recientemente en algunos de hondo impacto.

La retirada de Afganistán fue el punto culminante del desastre en Siria e Irak.

A nivel interno, haber permitido « el 6-1-21 » -como hemos titulado a la toma del Capitolio-, reflejó la fragilidad profunda del sistema.

Por último, haber admitido la invasión rusa a Ucrania, se tradujo en que, ahora, Washington y sus aliados tengan que gastar 100 veces más recursos de lo que hubiese costado protegerla en su momento.

Por otra parte, Rusia no se queda atrás.

Pensó que en pocas semanas podría lograr que Ucrania se rindiera.

Pero no.  El patriotismo -como casi siempre- ha sido superior a la ocupación y el expansionismo.

Por supuesto, el neoimperialismo ruso, que ya se ha puesto a prueba en diversos escenarios, sabe cómo lidiar con guerras de desgaste prolongadas.

Guerras a las que el Kremlin, como autocracia que es, no teme demasiado porque, obviamente, no está obligada a rendir cuentas a los ciudadanos, acalla de un plumazo a la oposición y aglutina a la población con el retumbar de los tambores de la guerra.

En cambio, para las democracias el precio es muy distinto y, en cambio, lo que realmente les preocupa es cómo justificar los gastos con base en el derecho a la legítima defensa de un país tan lejano como Ucrania.

En efecto, cuando un conflicto como este se extiende indefinidamente y los resultados no parecen muy tangibles, es apenas natural que el ciudadano se pregunte, « ¿ Quién está lucrándose con esta guerra ?  ».

Más específicamente aún, « ¿ Cuáles empresas del aparato militar - industrial norteamericano podrían estar beneficiándose con una ‘forever / endless war’ como esta ? ».

Yendo al grano, ahora mismo existe un consenso en cuanto a que la artillería pesada es lo único que podría sacar a la guerra del estancamiento bélico para forzar la retirada rusa.

Esa premisa que, en sí misma, no tiene por qué ser cierta, desestima factores esenciales de los que puede valerse el Kremlin para enfrentar el desafío. 

Pero, en cualquier caso, no hay duda de que los tanques Abraham de los norteamericanos, y los Leopard de los alemanes, son formidables máquinas de guerra.

Y, sin embargo, ¡ sus costos son enormes !  Son joyas de la corona que se escapan del bolsillo del contribuyente, ya suficientemente afectado.

Así que cuando esos tanques empiecen a ser destruidos, los ciudadanos volverán a preguntarse, legítimamente, « ¿ Por qué estamos librando una guerra que nuestro gobierno no quiso evitar cuando pudo haberlo hecho ? ».

Si se observa con atención, este interrogante es muy distinto a este otro  : « ¿ Por qué razón estamos librando una guerra que no es nuestra ? ».

Aunque podrían parecerse, las dos cuestiones son esencialmente distintas.

En el primer caso, el énfasis está puesto en el bolsillo del ciudadano que quiere saber a dónde diablos van a parar sus tributos.

En cambio, en el segundo, la reflexión que se suscita es de naturaleza geoestratégica y geocultural, menos tangible para el ciudadano.

Con todo, lo delicado del asunto no reside en cada pregunta por separado sino en el cóctel explosivo que se forma cuando las dos se juntan.

Dicho de otro modo, a menos que el flujo de tan sofisticados tanques para armar a Ucrania sea verdaderamente abrumador, los rusos absorberán su impacto y, lo que peor aún, ¡ aprenderán a controlarlo y confrontarlo ! 

De tal forma, si en algún momento se diera un enfrentamiento ya no indirecto, sino ‘vis-à-vis’ contra la Alianza Atlántica, los rusos sabrían cómo afectar eficazmente una de las principales ventajas competitivas de su adversario.

En resumen, toda esta panoplia de problemas ( gastos, cuentas, afectación y respaldo ) les lleva a los aliados a proceder con la debida prudencia antes de hacer el embalaje.

Pero tarde o temprano tendrán que resolver el delicado dilema estratégico en que se han enfrascado por sí mismos : ¿ Es admisible el punto muerto en que nis encontramos, o conviene correr el riesgo y asumir el prohibitivo costo de los carros de combate ?

Todo ello, con un agravante adicional que no se le escapó a los almirantes Davidson y Gilday cuando lanzaron hace pocos meses su apabullante conjetura.

Si alguna potencia está extrayendo las mejores lecciones de toda esta algazara, esa potencia es China ; no tanto para decidir si invade o no invade a Taiwán sino, más bien, para saber, exactamente, en qué momento debe hacerlo.

 

vicentetorrijos.com