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La violencia crónica se agudiza con la misma prisa con que el gobierno, diezmado y agobiado, quiere terminar este cuatrenio.

 ASTROLABIO # 136 / VIE 14 ENERO 2022

En concreto, el escenario transfronterizo de Arauca es la mejor muestra de la debacle.

Podría decirse que allí se presenta un cuadrilátero perverso, reflejo del país en su conjunto.

El árbitro y financiador de los contendientes es Nicolás Maduro, asistido por el régimen de La Habana.

Tales contendientes son tres actores no estatales que se alían, o pugnan entre sí, para mejorar sus posiciones individuales.

Y muy hábilmente, Maduro los utiliza tanto para desestabilizar a Colombia como para escoltar a su revolución chavista.

Por eso les concede el control paralelo de áreas y sectores clave en donde ellos operan como auténticos guardianes de la dictadura.

No obstante, y como sucede en toda puja de poder, hay momentos en que al árbitro le resulta difícil mantener el orden.

Entre las Farc y el Eln no hay problema alguno.  La cúpula que toma el sol en La Habana, e Iván Márquez, son siameses.

El lío se presenta con los frentes comandados por Iván Mordisco y Gentil Duarte.  

Esas discrepancias han exacerbado el clima criminal en el área sin que el régimen venezolano se vea afectado.

Es así como Maduro ve, muy complacido, primero, que la carga del control regional tiene que asumirla Colombia, obligada a desplazar 600 militares expertos en la zona.

Y segundo, que al enfrentarse entre ellos, los grupos se mantienen en equilibrio, es decir, se autorregulan, sin que él tenga que esforzarse demasiado en controlarlos.

Dicho de otro modo, los esfuerzos que hace el gobierno colombiano son importantes e insoslayables, pero no pueden ser decisivos.

Y no pueden serlo porque el centro de gravedad del asunto no está en su territorio sino afuera, en La Habana y en Caracas.

Estratégicamente paralizado porque no puede atacar la médula del problema, un gobierno como el de Iván Duque podría caer en la sempiterna tentación de iniciar exploraciones de diálogo y negociación con el Eln, por ejemplo.

Arrastrado por esa tentación, podría presentarse como un gobierno interesado en desbloquear el problema y ganar algo de iniciativa cuando todo parece estar perdido.

Adicionalmente, podría adelantársele a su sucesor que, sea quien sea, será de una corriente adversa, y que, como siempre ha sucedido en el país, podría querer iniciar su periodo con prometedoras exploraciones dialógicas.

Por eso, los seis meses que restan serán de una particular sensibilidad estratégica.

Y las tentaciones ( o templanzas ), tanto las de salida de un gobierno, como las inaugurales del otro, marcarán el rumbo estratégico que tomará el país en medio de semejante turbulencia.

vicentetorrijos.com