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LA PAZ PERFECTA NO EXISTE

Por: John Didier Rodríguez

Pese a que han transcurrido cerca de cuatro años de haberse firmado la paz (26 de septiembre de 2016) con la entonces guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC,  todavía se sigue discutiendo sobre la pertinencia de la firma de ese documento.

Aunque muchos en Colombia no gustan de la gestión del expresidente Juan Manuel Santos y sobre todo lo condenan por la firma del acuerdo de paz, considerando que le entregó el país a las FARC, lo cierto es que son más los puntos positivos que los negativos a la hora de hacer un balance.

Si, Santos, el mismo que incumplió muchos de los anuncios que hizo como candidato y también como presidente, se la jugó por hacer de Colombia un mejor vividero y sobre todo por desactivar esa máquina de la muerte que representaba esa organización al margen de la ley.

El premio Nobel de paz 2016 logró aplicar uno de los versículos de la Palabra de Dios que deberíamos poner en práctica todos los hombres y es procurar la paz del lugar donde vivimos: “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz”, dice el Señor en Jeremías 20:7.

Algunos analistas han dicho que es mejor una paz imperfecta que una guerra perfecta pero también es cierto que otros han afirmado que no hay paz sin verdad y sin justicia.  Pero procurando entender a las partes uno tendría que decir que ambas posiciones tienen razón.  Es exactamente cuando dos personas se sientan a una mesa y están observando un mismo número escrito sobre la superficie y en esa escena una persona dice que es un 6 y el otro individuo que está al lado opuesto dice que es un 9.

Sobre este último punto que habla que sin verdad no hay justicia y sin justicia no hay paz, pues es necesario reconocer que la Palabra de Dios establece que cada una de ellas deben darse al tiempo y una es condición de la otra para que  puedan coexistir: “La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron”, Salmo 85:10.

Este sin lugar a dudas es uno de los temas más polémicos que hay para discutir en el país pero llama poderosamente la atención por qué quienes han sido víctimas directas de la violencia en Colombia, en su mayoría, como los ex secuestrados fueron partidarios de apoyar este proceso de desmovilización. Seguramente porque no querían que lo que ellos vivieron lo experimentara una persona más.

Hay que abonarle a Santos, al mismo que dijo que firmaría en mármol que no pondría ni aumentaría más impuestos, que incluso dejó el proceso con el ELN marchando para lograr también su desmovilización. Se le reconoce que también esa era una acción consignada en las sagradas escrituras cuando dice “Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres”, en Romanos 12:18.

Es cuestión de echar números y reconocer que se redujeron las incursiones a sangre y fuego, el número de secuestros, extorsiones, asesinatos, la imagen del país a nivel internacional mejoró, y se logró aumentar el atractivo para desarrollar la industria del turismo, como en efecto ha venido ocurriendo.  No se nos puede olvidar que aquí no se podía salir entre un municipio y otro por las pescas milagrosas, no se podía ir a misa como ocurrió en el sector de la María en Cali.  En ningún lugar nadie podía estar seguro o exento de un momento de violencia como el atentado al club el Nogal o el secuestro masivo de diputados en pleno centro de Cali.

A este proceso le falta mucho, pero es mejor verlos echando discursos que bala en el monte y poniendo bombas. Lo dispendioso y lento de este paso lo advirtieron muchos analistas y expertos en el sentido que sería más difícil el postconflicto que el mismo conflicto. Han sido asesinados 234 exguerrilleros de las FARC desde su desmovilización, resultó un chiste el número de niños que regresó la organización al ICBF pues no llegaron a los 100 menores cuando para nadie era un secreto que por lo menos el 30% del número de hombres en filas eran infantes. 

No han dicho toda la verdad, quizás este proceso es de unos 10 años o más; no han entregado todos los bienes porque incluso el gobierno les extendió el plazo hasta el 31 de diciembre de este 2020. Ni uno de ellos ha pagado un solo día de cárcel y algunos son hoy congresistas, algo que pasó y que según Santos no iba a pasar.  Y así la lista es larga. Por todo lo anterior es clave que la justicia llegue. Es necesario hacerlo a la luz de las Sagradas Escrituras: “La obra de la justicia será paz, y el servicio de la justicia, tranquilidad y confianza para siempre. La misericordia y la verdad se encontraron”, Isaías 32:17

Así las cosas hay fallas de lado y lado a pesar de que el gobierno dice que han sido generosos porque han prolongado los recursos económicos, los proyectos productivos, el tiempo para respaldar el proceso y han garantizado su seguridad en los puntos de concentración. Puya va, puya viene de un lado y de otro porque incluso el presidente Iván Duque llamó la atención recientemente sobre la baja productividad de la Justicia Especial para la Paz, JEP.

Cualquiera que sea su posición, debemos ser conscientes y no hacernos ilusiones en una paz total. Esto ha sido igual a pensar que porque se dio de baja a Pablo Escobar se acabaría el narcotráfico. Por favor, la guerra maneja muchos intereses y entre ellos el poder territorial y el económico y mientras la mente del hombre tenga como meta esas variables, será muy difícil erradicar actividades como el narcotráfico. Afortunadamente cobra valor este mensaje de Jesús dicho a sus discípulos donde queda claro que la verdadera paz es la que proviene de Dios: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”, Juan 14:27.