Primero que todo, Petro se siente presidente y sabe que, más allá de subjetividades e ilusiones, ahora cuenta no solo con mediciones empíricas que respaldan su expectativa sino también con una derecha resquebrajada y frustrada.
Segundo, Petro está siguiendo el exitoso libreto de Lula da Silva cuando se despojó de los dogmas y símbolos que causaban aprensión entre los brasileros y se convirtió en un modelo alternativo : fuerte, pero no agresivo ; grácil, pero no maleable.
Tercero, Petro sabe que el centro y la derecha, por igual, tratarán de sembrar nuevamente el miedo al populismo para coligarse en segunda vuelta y tratar de derrotarlo.
Pero también sabe que -académicamente hablando-, la técnica persuasiva del miedo tiene un límite a partir del cual surte el efecto contrario sobre los emisores, con lo cual, podría darse el caso de que venza en la primera vuelta.
Cuarto, en efecto, el límite del miedo lo trazan, en las mismas proporciones, emisores y receptores.
Como receptor, Petro ya está haciendo la tarea al adoptar el antedicho modelo Lula.
Y como emisor, la derecha también lo trazó cuando Duque, ya en el poder, se declaró “centrista”, retractándose de los fundamentos ideológicos por los que fue elegido ( el fenómeno de la “derecha vergonzante” ).
Quinto, Petro no se avergüenza de su pasado como guerrillero pero toma distancia de los actos terroristas perpetrados por sus colegas, entre otras razones porque sabe que, si llega a la Casa de Nariño, podría ser víctima inmediata del ciclo perverso de la violencia amparada en el derecho a la rebelión.
En tal sentido, hace un esfuerzo permanente para superar su propio liderazgo voluntarista, ese que, basado en una sobredosis de autoestima, le lleva a pensar que en pocos meses habrá reinsertado tanto al Eln como a las Farc-Ep, destinando así al Ejército a la lucha contra el cambio climático.
Es por eso que, ni siquiera estando en la precampaña en la que está, se atreve a hablar de reducción presupuestal para las FFAA y, más bien, juega al equilibrio funcional entre militares y policías.
Dicho de otro modo, sabe que ( más allá del menosprecio de la periodista hacia los boy scouts ) las Fuerzas ya desarrollan tareas avanzadas y específicas en materia medioambiental, o de mitigación del riesgo de desastres.
Y por eso mismo, sabe que él tendría que aplicar el llamado “poder inteligente” para enfrentar a las amenazas transnacionales y a esos 20 factores de inestabilidad que asedian y seguirán asediando al país, sea quien sea el presidente.
Y, sexto, Petro es consciente de que el trabajo en redes es fundamental para poner en práctica el “modelo Lula” actualizado.
Precisamente por eso, se abstiene de mencionar al Grupo de Puebla, al partido Comunes, o a su amigo Pablo Iglesias, el flamante vicepresidente español.
Y también por eso toma suficiente distancia de Maduro y Diosdado, con los que buscaría el inmediato restablecimiento de relaciones diplomáticas pero a los que hace ver, al mismo tiempo, como los adversarios que realmente son.
Y lo son, por una sencilla razón. Petro es lo suficientemente perspicaz para percibir que la izquierda está acéfala en América Latina y que él puede llenar ese vacío.
Pero para hacerlo, tiene que practicar un cuidadoso movimiento oscilatorio que le permita guardar distancia de los fracasos en Venezuela, Cuba y Nicaragua ( colectivismo, expropiación, persecución ).
En definitiva, Petro sabe que su ‘Pacto Histórico’ tiene un reto fuerte si quiere ir más allá del consabido parroquialismo fratricida promovido por la izquierda chavista.
Y ese reto puede resumirse en tres verbos que, por lo visto, se está esforzando en conjugar : conciliar ( erradicar la violencia ) ; inspirar ( generar confianza ) ; y modernizar ( activar el capitalismo solidario ).
vicentetorrijos.com