Por desagradable que sea cada día se quiebra el respeto a la autoridad, los que tienen el poder y la responsabilidad en sus manos. La rectitud, honradez y honestidad, ya no es la característica de aquellos que han sido puestos en eminencia, al contrario, cada quién satisface el interés personal, obteniendo ventaja del cargo.
Debemos recordar que, desde la ética, en la administración pública, los funcionarios no deberían recibir, ni aceptar regalos, donaciones, servicios o cualquier otro tipo de beneficio. Lo que, lamentablemente, no sucede en muchos de nuestros países latinoamericanos, donde los poderosos se enseñorean de sus pueblos.
En Perú, por ejemplo, se presentaron serios indicios de corrupción en la propia figura presidencial, al no declarar objetos de gran valor, entre ellos relojes de alta gama y joyas de lujo, que como lo indica la legislación peruana, se deben dar a conocer antes de asumir el cargo.
Muy al contrario del deber ser, la presidenta de este país, se ha multiplicado en escusas que aumentan los mantos de duda en esta dignidad.
También pasa en Colombia, donde el mandatario de turno, llega con verdades a medias que desdibujan su compromiso y su ejercicio de la función pública.
¿Dónde quedó la ética, que debe prevalecer y preservar una de las razones del estado, que es proteger el bienestar de la sociedad?
Todos, como dolientes, debemos ejercer veeduría y el control de lo público. No podemos pasar inadvertidos ante los abusos del poder.
Es fundamental entender, que el testimonio entre la vida pública y privada de un funcionario, debe ser coherente y firme, con la función que cumple de representar a la nación. Es la fuerza moral del pueblo la que no se debe dejar dominar por los engaños y las manipulaciones de los dirigentes.
Proverbios 29:2 Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; Mas cuando domina el impío, el pueblo gime.
Esta verdad contundente, que nos muestra la Biblia, no solo nos asegura un resultado, sino que determina una condición que debemos todos asumir, la responsabilidad al elegir o ser elegido.
Es fundamental ver como el describir los resultados del justo y el impío, significa el fruto de un personaje que, necesariamente, tiene intenciones, no solo de ejercer una posición, sino de hacerlo con criterio de honestidad, lo que implica la conciencia que puede o no tener, pero que, en caso de lo segundo, se la debemos recordar.
Tan bien es cierto que, así como le debemos exigir a la autoridad, todos tenemos, de cierta manera, esta condición de autoridad, que debemos aprender a ejercer desde un comportamiento limpio.
En una democracia se supone que la autoridad es el pueblo y todos debemos aprender a ejercerla de manera activa, con responsabilidad, siendo coherentes con todo nuestro entorno, que de una u otra forma, nos muestra una línea de sujeción y acción en este principio estructural.
Para profundizar en esta temática y en todas sus implicaciones, les Recomiendo el material de estudio para el curso de formación número 1 del ICT (CF1 Módulo 1. Lección 12, “Principio de autoridad espiritual”. Editorial Publimundo.
Carmen Vargas- Huaraz-Perú.