🌐 ASTROLABIO # 250 - VIERNES, 29 DE MARZO DEL 2024
Una alianza existencial se caracteriza por ser superior a desavenencias coyunturales.
Les permite a los aliados estar razonablemente seguros de que uno jamás abandonará al otro.
Durante la historia reciente, EEUU ha mantenido ese tipo de relación tan solo con el Reino Unido e Israel.
Los vínculos económicos, tecnológicos y espirituales ( culturales ) explican semejante grado de afinidad funcional.
No obstante, el interés nacional siempre es superior a cualquier compromiso establecido.
Con todo, la gran diferencia entre estas relaciones estriba en el grado de estabilidad sobre el que ellas se desarrollan.
El Reino Unido maneja muchos escenarios globales pero su involucramiento en conflictos armados no es tan intenso y frecuente como el de Israel.
Con Jerusalén, los lazos están sensiblemente centrados en torno al terrorismo y las hipótesis de conflicto convencional, simultáneamente.
En otras palabras, se trata de unos vínculos muy marcados por la hibridez ( la mezcla tóxica de acciones convencionales e irregulares ).
Pero también por la simbiosis ( la amenaza que se percibe cuando los adversarios se amalgaman para agredir y lucrarse con ello ).
En semejante ambiente de tan alta complejidad e intensidad es natural que existan distanciamientos, sobre todo si se mezclan motivaciones y preocupaciones internas ( ¿ elecciones ? ) y externas ( ¿ presiones de grupo ? ) al mismo tiempo.
Que es justamente lo que ha sucedido con la resolución aprobada el Lunes Santo en el Consejo dd Seguridad de la ONU.
Aunque Washington no la aprobó, y solo se abstuvo, su conducta permitió la aprobación que, como bien se sabía, resultaba absolutamente contraria a los intereses y expectativas de Jerusalén.
Dicho de otro modo, se dibujó en el horizonte algo que los israelíes ( y, en el fondo, también los norteamericanos ) siempre han temido : que, ante una encrucijada estratégica decisiva, este llegue a abandonar a aquel a su suerte.
Aunque sea cierto que la cooperación funciona mejor cuando los grados de asimetría entre los aliados son bien marcados en ciertos asuntos sectoriales, también lo es que en materia de seguridad integral hay algunas conductas que bien podrían ser calificadas por uno de ellos como incomprensibles, desconsideradas y hasta francamente reprochables.
Llegados a este punto, los aliados entran a experimentar una situación a la que hemos denominado ‘tolerancia ante la desviación’, esto es, el margen que pueden darse antes de considerar el congelamiento, o incluso la ruptura de relaciones.
En consecuencia, el aliado que se siente afectado puede dar muestras de su rechazo restringiendo intercambios, suspendiendo encuentros e interrumpiendo ejercicios previstos, o programas en curso.
Que fue exactamente lo que decidió el primer ministro israelí al cancelar de inmediato la visita de una delegación a la Casa Blanca, lo que llevó al consejero de Seguridad Nacional de los EEUU a «sentirse perplejo».
En resumen, más allá de la perplejidad ( una cuestión subjetiva que tiende a confundirse con los asuntos estructurales ), Israel ha interpretado el comportamiento de su aliado existencial como «una claro alejamiento» de lo que había sido su posición habitual.
Y sin embargo, mírese como se mire, esa modificación en la postura tradicional no constituye, por lo pronto, más que una alteración momentánea en el ‘grado de proximidad’ entre los dos gobiernos.
Es decir, una circunstancia que podría superarse de modo relativamente fácil si, por ejemplo, hubiese un cambio de gobernantes en un país, en el otro, o en ambos.
Por supuesto, si la conducta fuese repetitiva y gradualmente gravosa, la tolerancia ante la desviación podría reducirse significativamente.
Pero dada la interdependencia sistémica entre unos y otros, nada, sustantivamente nada hace pensar que Israel tendría que enfrentar en solitario los cuatro frentes de guerra que en este instante se ve obligado a mantener abiertos.
vicentetorrijos.com