Todos los seres humanos deseamos tener calidad de vida, que es una combinación de interés, bienestar, armonía, pasión, logros, satisfacción y paz interior.
La verdad es que todos queremos disfrutar la vida, la relación con los demás, experimentar las emociones más elevadas, tener la energía y la vitalidad necesaria para enfrentar las responsabilidades y los desafíos cotidianos con suficiente vigor e inteligencia; todos deseamos alcanzar salud física, psicoemocional y espiritual.
Lamentablemente millones de personas en el mundo están viviendo una vida de segunda categoría, han perdido el interés, la pasión, están obteniendo poco, no se sienten satisfechos, se sienten solos, experimentan una sensación de vacío, se sienten frustrados, irritables y no pueden dormir tranquilos; en una palabra, han perdido la alegría y el entusiasmo por la vida y no están disfrutando de la relación consigo mismos, con el entorno y con los demás.
Es paradójico que en la sociedad actual tengamos más comodidad, pero menos felicidad. Según la OMS en la actualidad 340 millones de personas en el mundo están sufriendo depresión; es tal vez, por eso que Biblia nos insta a mantener el gozo y el entusiasmo aún en circunstancias adversas.
Cuando nos ordena en filipenses 4:4 estar siempre gozosos, les repito estar siempre gozosos o lo que afirmó el rey Salomón en Proverbios 17: 22 hace 3000 años cuando dijo: “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos”.
Esto significa que la alegría es medicinal, ya que es sabido, según diversos estudios, que la alegría es el mejor modo de reducir el estrés, limpiar las telarañas de la mente, obtener alivio para el dolor, fortalecer el sistema inmunológico, conseguir que la sangre circule, que el corazón funcione bien y poder lograr mantener normal la presión sanguínea.
Te has preguntado ¿Por qué si la alegría es tan buena, hay tanta gente deprimida? Esto sucede porque existen tres grandes emociones que son incompatibles con la alegría y que probablemente están gobernando la vida de millones de personas, estas son: la tristeza, el miedo y el rencor.
Estas emociones tienen la capacidad de enfermarnos porque producen pensamientos negativos que nos intoxican. En el cerebro hay varias glándulas que producen un caudal constante de sustancias químicas que se envían a todas las regiones del cuerpo y a cada una de nuestras células.
Nuestros pensamientos producen un caudal de sustancias neuroquímicas que van a afectar nuestro estado de ánimo, por ejemplo, los buenos pensamientos estimulan la producción de sustancias benéficas como la endorfina, que en cantidades adecuadas nos hace más saludables y felices, ya que la endorfina es un analgésico más poderoso que la morfina, los buenos pensamientos son medicina para el espíritu, el alma y el cuerpo.
Por otra parte, los malos pensamientos desencadenan olas de sustancias altamente cargadas como la adrenalina y la noradrenalina, más de 40 variedades de cortisol y otras que pueden triturar y dañar nuestros sistemas, así como un martillo puede destrozar un vidrio y literalmente terminar enfermándonos.
La tristeza, el miedo y el resentimiento surgen de nuestros pensamientos y si estamos atrapados en alguna de estas emociones, estamos aumentando la posibilidad de pescar un cáncer, tener un ataque cardiaco, o sufrir de innumerables enfermedades autoinmunes.
Cualquiera de estas tres emociones tiene la capacidad de impedir el flujo de alegría a través de nuestro cuerpo, lo cual no sólo nos enferma, sino que limita nuestro potencial e incluso disminuye nuestras posibilidades de tener éxito.
La alegría como el resto de las emociones la podemos aprender, fortalecer y entrenar, tomando la decisión de dejar de menospreciarnos y autocompadecernos, renovar los pensamientos, practicar la gratitud, perdonar a quien nos hizo daño, tener un propósito claro, reír más, no renegar ni maldecir y mantener comunión con Dios, ya que en la presencia de Dios hay plenitud de gozo.
Escrito Por Jaime Dueñas