Y es eso : apenas el primero ; porque puede durar varios años más.
Al tratarse de una guerra de desgaste, con alto grado de sevicia, podría llegar a ser una guerra crónica e inconclusa.
Y como ha sido una guerra poliédrica, en ella se han ensayado todo tipo de nuevas tecnologías y metodologías : cibernéticas, cognitivas, cinéticas y discursivas.
Por supuesto, también se han ensayado técnicas resolutivas, es decir, mecanismos diplomáticos de gestión del conflicto.
En su doble condición de aliado atlántico y socio confiable de Rusia, Turquía ha ejercido un rol intermediario muy útil, aunque tan solo exploratorio.
Por ende, es apenas natural que al llegar al primer año, se agiten los tambores de la batalla pero también los intentos de diálogo y negociación.
Lo que pasa es que Zelenski tiene un comprensible trauma histórico, el de la escisión de Crimea, a la que no renunciará nunca.
El problema está en que, en el fondo, nadie nadie lo secunda en su dolor.
De hecho, la anexión rusa se da el 18 de marzo del 2014. Y el 27 se vota la resolución que la condena : la 68 / 262 de la Asamblea General de la ONU.
Pero, aún así … ¡ ningún país occidental hizo nada en contra de Moscú !
Por el contrario, como sabían que Putin no iba a detenerse y que su siguiente paso sería tratar de apoderarse del Donbás, se olvidaron de Crimea y entraron a negociar ese problema afanosa, ansiosamente.
Fue así como se suscribieron unos acuerdos en septiembre del 2014 y febrero del 2015, en Minsk, la capital de Bielorrusia, cuyo presidente, Alexander Lukashenko, es el mejor amigo con que cuenta Putin en el globo.
En tales acuerdos, se garantizaba la autonomía de esa zona ; pero también se admitía, implícitamente, que Rusia se había apropiado de Crimea.
Con todo, el apaciguamiento de Putin duró poco, tal como lo muestra la historia con aquellos proyectos expansionistas que están bien diseñados y dotados.
Así que mientras los aliados occidentales aprovechaban el tiempo que habían obtenido mediante los acuerdos para reforzar a Ucrania ( aunque muy tímidamente ), el Kremlin lo hacía para preparar la “operación militar especial” sobre el territorio ucraniano.
Precisamente por eso : por el afán, la ansiedad y la timidez, los aliados no tuvieron más opción que dedicarse a observar -en cámara lenta- cómo Putin rompía con desparpajo lo acordado y reconocía la independencia del Donbás … ¡ tan solo cuatro días antes de iniciar la invasión, hace un año !
Por supuesto, la invasión condujo raudamente a que, solo siete meses más tarde, el 30 de septiembre del año pasado, Putin anexara esa área a Rusia, tal como lo hizo en su momento con Crimea.
O sea, ¡ la repetición de la historia !
De tal forma, mientras el Kremlin se dedica ahora a consolidar sus posiciones militares y su control sociopolítico allí, en el Donbás, abre la ventana para emprender nuevos diálogos.
Diálogos que, en su propia lógica repetitiva, le permitan legitimar tal anexión y ganar tiempo para preparar la siguiente operación, que bien podría ser sobre Moldavia.
La pregunta es : ¿ en dónde quisiera que semejantes diálogos se produjeran ? En Bielorrusia, por supuesto, tal como lo está promoviendo el mismísimo presidente Lukashenko.
Y todo con la ilusión de firmar el que desde ya podemos llamar ¡ “Acuerdo de Minsk, 3 » !
vicentetorrijos.com