En cambio, hay otros que las enuncian y las ejecutan tajantemente, sin rubores, sin que tiemble el pulso.
Rusia, por ejemplo, acaba de actualizar su estrategia de seguridad nacional y de manera expresa, sin mil “indicadores”, “ejecutores”, ni “cruces de variables”, ha dejado perfectamente claro en qué se basa su interés nacional y a qué deben atenerse sus adversarios.
Para empezar, destaca los valores conservadores profundos en los que se fundamenta su identidad, su tradición y su poderío a lo largo de la historia.
Luego, no duda un segundo en señalar a las amenazas internas que atentan contra su inestabilidad : no para negociar con ellas, ni premiarlas por sus crímenes, sino para doblegarlas ante la justicia.
También apunta con entereza a los rivales próximos que tratan de afectarla con maniobras militares y, aunque sabe que se trata de un juego ( necesario ) de pesos y contrapesos, no duda en advertirles del riesgo que generan.
Asimismo, señala la importancia del escenario cibernético y -para que no quepa duda- consagra explícitamente el derecho a la legítima defensa, consciente de que las reglas relacionadas con el enfrentamiento físico son las mismas que pueden aplicarse en los entornos virtuales.
Por supuesto, rescata la necesidad de profundizar los adelantos tecnológicos, su presencia global, y alerta sobre los componentes esenciales en los que reside su soberanía.
Y, como si fuera poco, vuelve a las raíces, a la integridad cultural imperial, blindándose contra el “sabotaje informativo-psicológico” que atenta contra la espiritualidad, el sistema de creencias y la memoria histórica.
En definitiva, una estrategia que expresa con toda firmeza cuáles son los cimientos, las líneas rojas y las tendencias de actuación sobre la sociedad global de un sistema político basado en el coraje y la valentía.
En todo caso, intereses que, en muchos frentes pueden ser antagónicos a los del mundo occidental, pero, en todo caso, intereses nacionales que no se rifan, ni se negocian, ni se acomodan a las pretensiones de los antagonistas y amenazadores.
vicentetorrijos.com