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Europa está destrozada. Eso no es nuevo, pero solo hasta ahora queda en evidencia.

 ASTROLABIO # 170 / VIE 9 SEPTIEMBRE 2022

La causa directa no es otra que la invasión de Rusia a Ucrania.

De hecho, los europeos se ufanaban de que no volverían a vivir guerras en su territorio.

Pero no supieron defender oportunamente a Kiev y, en la práctica, también han sido invadidos por el Kremlin.

Si ellos, y los norteamericanos, hubiesen asistido a Ucrania con una mínima parte de lo que ahora destinan a combatir a Putin, este no se hubiera atrevido.

Por supuesto, la guerra será prolongada, pero Moscú tiene experiencia en guerras de largas duración.

De hecho, Putin tardó 20 años en controlar a Chechenia, pero persistió hasta lograrlo.

Ahora no quiere ocupar a Ucrania entera, pero no se detendrá hasta conseguir dominar el área que requiere para no sentirse asediada en el vecindario.

Mientras los europeos se desangran proveyendo armamento y recursos a Ucrania, Rusia engrosa sus arcas vendiéndoles energía a precios desorbitados.

Y para debilitarlos aún más, dejará de venderles gas en el invierno, sometiéndolos a incalculables agobios.

Entre tanto, seguirá ofreciendo el excedente a sus aliados que no desperdiciarán la ocasión para adquirirlo.

Pero la fragilidad europea no es tan solo económica.  También es política y militar.

Los entuertos no solo son la constante ; lo peor es la animadversión entre ellos mismos.

Turcos contra griegos ; serbios contra kosovares ; griegos contra macedonios ; turcos contra suecos y finlandeses ; polacos contra alemanes ; húngaros contra franceses.  Etcétera.

Dicho de otro modo, las posibilidades reales de desalojar a Putin son remotas, las de derrotarlo son nulas, y las de sufrir pérdidas incontrolables de multiplican a diario.

Sin duda, el desafío que para Occidente representa la unidad entre Rusia y China no podrá paliarse con semejante desunión, dispersión y divergencia.

Para ser francos, Putin y Xi no tendrán que esforzarse demasiado para proseguir su expansionismo imperial.

Con la atomización occidental es más que suficiente.

Y el déficit, o vacío de liderazgo estratégico que padece la Europa de hoy, tan ostentosa como tambaleante, es lo que explica semejante debacle y desazón.

vicentetorrijos.com