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Esta es la era de los gobiernos fragmentarios tipo flautista de Hamelín.

🌐 ASTROLABIO # 288 - VIERNES, 20 DE DICIEMBRE DEL 2024

 

En psicología se habla de la “Generación de los fragmentos” como aquella en que los niños y mucha gente buscan la inmediatez, la segmentación, la intermitencia y la velocidad para digerir información.

Se reduce la concentración y la profundidad ; se expande el aburrimiento contra las evidencias ; prolifera lo efímero, lo intrascendente, la poca solidez.

Todo tiende a ser más simple y comprimido.  Incluso las canciones son monotemáticas, raudas y, sobre todo, crónicamente repetitivas y, por lo mismo, absorbentes, posesivas.

Se privilegian los textos y vídeos muy cortos frente a los libros completos o los densos documentales en varios episodios ; se pasa compulsivamente de un contenido al otro sin permanencia, reflexión o maduración, afectando así la argumentación y soslayando la intencionalidad o los intereses textuales, iconográficos o ideológicos.

Eso significa que la realidad se asume y se digiere a ráfagas, empacada en píldoras instantáneas que aportan los nutrientes mínimos necesarios para darle funcionalidad … al sistema político.

De tal modo, se corre el riesgo de lo que llamaremos ‘síndrome de malabsorción de la realidad’, esto es, una interpretación inconsistente y fugaz de los fenómenos sistémicos, con el agravante de que es en esa lógica interpretativa en la que se basa la toma de decisiones, la obediencia y la obligatoriedad.  

Dicho de otro modo, el sistema funciona, sí, y evoluciona tecnológicamente, o se perfecciona instrumentalmente, pero sobre bases de convivencia etéreas, gaseosas, susceptibles de ser acomodadas, manipuladas o violentadas fácilmente por los aparatos de control social que proveen esas cápsulas de funcionalidad.

No se trata, pues, como sucede en los totalitarismos, de la unificación de un único sistema de creencias sino todo lo contrario : pululan miles de redes y formas de ver pero en micro impulsos informativos inconexos que configuran escenarios múltiples de actuación e interacción pero caprichosos y codiciosos.

Por supuesto, los consumidores de tales avalanchas se apropian de los destellos que les resultan más relucientes, afines, compatibles, atractivos y defendibles.

Al afianzarse en ellos, la polarización se convierte en la constante a tal punto que los proyectos hegemónicos encuentran un terreno cada vez más abonado para su dominación controladora -que, contradictoriamente, se convierte en antídoto frente al caos-.

Es así como se cae en una interesante paradoja : sintiéndose el individuo cada vez más libre y participativo por hallarse inmerso en la proliferación de corrientes de interpelación y amonestación, la comunidad, en cambio, está cada vez más cegada, sesgada y conducida tanto por esa autocomplacencia de los miembros como por la autorización implícita que se le concede al líder supremo, al conductor, llegando así a lo que podemos denominar ‘sociedad del flautista de Hamelín” ( la historia recreada en 1816 por los hermanos Grimm ).

Por cierto, esa ‘sociedad Hamelín’, dirigida al estilo del flautista, puede verse detalladamente, rostro a rostro, en el sobrecogedor óleo de James Elder Christie ( 1881 ) que se exhibe en la Galería Nacional de Escocia, en Edimburgo : “El flautista se apodera de los niños”.

Por lo tanto, la generación de los fragmentos es esa que estos gobiernos alientan y de la que, al mismo tiempo, ellos se sirven para gozar por corto o largo tiempo de las mieles del poder constituyendo anocracias y democracias iliberales por doquier.

Consolidando, en síntesis, ilusiones de democracia ( ‘democracias ilusorias’, podríamos decir ) que, embargadas por la melodía del flautista, van siendo conducidas en su paroxismo o frenesí hacia la caverna o el abismo sin siquiera percibirlo ; sin sentir temor alguno.  

 

vicentetorrijos.com