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En paralelo a la guerra de arrasamiento en Europa del Este, ha comenzado otra, a la que llamaremos la Guerra de las Togas.

 ASTROLABIO # 199 / VIE 07 ABRIL 2023

Como se recordará, la toga es esa vestimenta de la cabeza a los pies que, a veces bordada en oro, usaban en sus ceremonias los romanos y con la que, en ciertas ocasiones, se emperejilan hoy también magistrados, abogados y profesores.

Pues bien, la Guerra de las Togas es aquella que no se libra en el campo de batalla sino en los tribunales, tratando de hallar a los culpables de las agresiones.

A diferencia de las guerras físicas o cinéticas ( tangibles ) y las cognitivas ( a nivel mental ), la de las togas es una guerra de naturaleza simbólica, tal como la mediática, de propaganda y de redes.

De hecho, ha sido efectiva cuando las grandes potencias se unen para crear tribunales especiales con el objeto de penalizar a los responsables en conflictos específicos.

También ha inspirado la ilusión de una justicia global en la que perpetradores de todo pelambre rindan cuentas y sean castigados por crímenes de guerra y lesa humanidad.

Fue así como se instauró la Corte Penal Internacional ( CPI ) que ha logrado condenar a un buen número de transgresores en su corta existencia.

Evocando al Tribunal de Núremberg que ajustició a los jefes del nazismo, la Corte tiene, sin embargo, un pequeño problema : es valorada por las más grandes potencias que tienen presencia permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU … ¡ pero no la reconocen !

En otras palabras, EEUU, China y Rusia no se someten a ella y, por ende, sus capacidades resultan muy limitadas y su margen de maniobra es relativamente insignificante.

Para resumir, la Guerra de las Togas solo tiene sentido, primero, si las grandes potencias se ponen de acuerdo en que funcione ; y segundo, cuando los vencedores en un conflicto ejercen justicia sobre los vencidos.

Eso significa que cuando la Corte Penal Internacional emite una orden de captura contra Vladimir Putin por deportación forzada de niños ucranianos, no cambia en nada el curso de la guerra de verdad, o sea, aquella guerra que está en marcha y en la que Rusia ha logrado anexarse ya 50 mil kilómetros cuadrados y más de seis millones de personas.

Por supuesto, a nivel simbólico y mediático, causan gran agitación los titulares en que Putin aparece de la noche a la mañana con una orden de captura.  

Pero, en la práctica, ¿ quién va a correr a arrestarlo ?  ¿ Qué cazarrecompensas, o cuerpo de élite, va a montar una operación en el Kremlin, similar a la de los israelíes cuando le echaron el guante en Buenos Aires al líder nazi, Adolf Eichmann ?  

¿ Quién va a atreverse a ponerle el cascabel a semejante gato ?  

Pero, como toda guerra, así sea artificial, inútil y estéril como esta, lo cierto es que la Guerra de las Togas se basa en acciones y reacciones.

En consecuencia, más tardó la Corte en proferir esa orden contra Putin que los rusos en anunciar la eventual creación de un tribunal propio que podría juzgar a Zelenski, Biden, Scholz, o Sunak.

Y para no andarse con rodeos, el Comité de Investigación de Rusia abrió de inmediato una causa penal contra los jueces y el fiscal de la CPI, con lo cual, esos togados van a tener que cerciorarse muy bien de los lugares a donde viajen, o del lugar donde duerman, para no hablar de los terribles señalamientos que se le hacen al Kremlin en relación con el uso de sustancias como novichok, polonio, cloropicrina, ricina y gelsemium.

Pero como si todo esto fuera poco, el Kremlin no ha querido andarse por las ramas y ya ha dado el primer paso.

Hace pocos días, muy temprano, arrestó en Ekaterimburgo, por allá en los Montes Urales, a Evan Gershkovich, periodista norteamericano del Wall Street Journal, por presunto espionaje a su aparato militar-industrial.

Todo un ejercicio de anticipación estratégica que muestra cómo la Guerra de las Togas podrá ser intrascendente ; pero no por ello inocua, ni peregrina.

 

vicentetorrijos.com