De hecho, el dictador les ordenó a sus tropas que estuvieran preparadas y “limpiaran sus fusiles”, lo que no deja de ser un indicio sobre la higiene y el nivel de alistamiento de las tropas.
Como sea, cada vez fluye más y más evidencia sobre la complacencia de la dictadura con las Farc y el Eln, que se comportan como auténtica guardia privada de la satrapía.
A diferencia de lo que ocurría hace unos años, ahora se trata de verdaderos ejércitos paralelos que no solo controlan recursos valiosos y ejercen control social revolucionario sino que están en capacidad de desarrollar una guerra irregular en apoyo al dispositivo chavista de defensa convencional.
En otras palabras, ya no son grupos en la retaguardia sino una vanguardia activa e interdependiente con sus fuerzas que operan en Colombia y con los ejércitos de Cuba y Venezuela.
Por supuesto, el comando especial colombiano se está activando para proteger la integridad nacional frente a semejante tejido tóxico que, en la metástasis que lo caracteriza, afecta sensiblemente la estabilidad y la convivencia.
Así que frente a la violación permanente de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y la promoción del terrorismo y el crimen organizado, Colombia se prepara.
Y se prepara sensata y prudentemente, confiando en sus aliados occidentales, el valor de las propias tropas y la entereza de su población civil.
Un verdadero triángulo virtuoso cuya potencia radica, justamente, en la legitimidad.
Legitimidad que, a lo largo de la historia, siempre ha doblegado al despotismo y la tiranía.
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vicentetorrijos.com