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El mundo responde: terremoto en Birmania cobra más de 1.600 vidas y moviliza ayuda internacional

Las autoridades birmanas han presentado un nuevo balance devastador tras el terremoto de magnitud 7,7 que sacudió el centro del país el pasado viernes, seguido por una réplica de magnitud 6,4. Según la Junta Militar, el número de fallecidos ha ascendido a 1.644 personas, mientras que 3.408 han resultado heridas y 139 permanecen desaparecidas. Esta tragedia ha dejado una huella profunda en la región y ha movilizado una respuesta internacional coordinada para hacer frente a la catástrofe.

El epicentro del sismo se localizó a 16 kilómetros de la ciudad de Sagaing, en el norte de Birmania, según el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS). Con una profundidad de solo 10 kilómetros, el terremoto causó una devastación masiva, destruyendo infraestructuras clave como edificios, puentes y carreteras. La ciudad de Mandalay, con más de 1,7 millones de personas, es una de las áreas más afectadas, con barrios enteros reducidos a escombros. La capital tailandesa, Bangkok, situada a más de 1.000 kilómetros del epicentro, también reportó al menos 10 víctimas mortales, resaltando el impacto el alcance de la emergencia.

El panorama en Birmania es desolador, las comunicaciones interrumpidas, los daños significativos al aeropuerto y las infraestructuras destruidas complican las labores de rescate y la entrega de ayuda humanitaria. Ante esta situación crítica, el jefe de la junta militar, Min Aung Hlaing, ha emitido un llamamiento excepcional a la comunidad internacional solicitando apoyo inmediato. Este pedido pone de manifiesto la gravedad de la crisis en un país ya debilitado por cuatro años de guerra civil tras el golpe militar de 2021.

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La ONU, junto con organizaciones humanitarias como la Cruz Roja y la Media Luna Roja, ha respondido rápidamente. Se han movilizado recursos del Fondo Central para la Respuesta a Emergencias, con una dotación inicial de cinco millones de dólares destinados a apoyar las necesidades urgentes en la región. Equipos de la ONU trabajan sobre el terreno recopilando datos sobre los daños y las necesidades humanitarias, mientras que el Programa Mundial de Alimentos ha alertado sobre el impacto de esta catástrofe en un país donde un cuarto de la población ya enfrenta inseguridad alimentaria severa.
Birmania, atravesada de norte a sur por la falla de Sagaing, ha sido históricamente propensa a terremotos. Entre 1930 y 1956, al menos seis sismos de magnitud 7 o superior sacudieron esta falla, pero el acelerado desarrollo urbano del país, combinado con una infraestructura precaria y una planificación deficiente, ha incrementado significativamente su vulnerabilidad ante desastres naturales. Esta última tragedia resalta la urgente necesidad de fortalecer la resiliencia del país frente a fenómenos de esta magnitud.

Organizaciones internacionales subrayan la necesidad de establecer corredores humanitarios seguros y eficientes, pero las restricciones impuestas por la junta militar dificultan estos esfuerzos. Según estimaciones de la ONU, cerca de 20 millones de birmanos necesitarán asistencia humanitaria este año, mientras que 15 millones enfrentan inseguridad alimentaria aguda.

En medio de esta crisis, la comunidad internacional redobla esfuerzos para responder al desastre. Equipos globales se están movilizando para proporcionar asistencia vital, y el jefe de asuntos humanitarios de la ONU, Tom Fletcher, asegura que se está desplegando toda la experiencia de la red internacional para enfrentar la emergencia. Sin embargo, el camino hacia la recuperación será largo y complicado, con miles de personas desplazadas que enfrentan un futuro incierto en un contexto de inestabilidad política.

Juan Joya