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El gobierno ruso ha encontrado indicios para sospechar del World Wildlife Fund ( WWF ).

 ASTROLABIO # 196 / VIE 17 MARZO 2023

El WWF, que tiene por logosímbolo un gracioso oso panda, es una ONG que opera en 100 países, codo a codo con agrupaciones locales.

Y desde 1961 se ha trazado una misión ambiciosa que, por esa misma razón, no siempre es interpretada positivamente.

En efecto, el Fondo sostiene que busca «reducir y desafiar las mayores amenazas a la diversidad de la vida en la Tierra y garantizar un futuro saludable para las personas y la naturaleza».

Pero, como se nutre de múltiples donaciones particulares y depende en buena parte de recursos gubernamentales del Reino Unido y los EEUU, su tarea no siempre se ve recompensada.

De hecho, algunas organizaciones situadas a la extrema izquierda del espectro ideológico lo critican por su manejo del problema y las metodologías que utiliza.

Por ejemplo, algunas aducen que su «enfoque sobre la “conservación” busca integrar la investigación de las áreas de las ciencias naturales y sociales como herramientas principales en la recolección de datos, catalogación y manejo de recursos biológicos desde la perspectiva del “desarrollo sostenible”, con el objetivo de comercializar estos conocimientos, sin garantizar que sea preservado, sino que simplemente sirva al capital transnacional».

En resumen, semejante escenario controversial tenía que reflejarse, tarde o temprano, en la contienda imperial que se libra actualmente a escala mundial.

Y es por eso que no resulta extraño que el gobierno ruso haya procedido a catalogarlo como «agente extranjero», acusándolo de emplear sus acciones ecologistas como tapadera para influir en la política nacional.

En palabras del Ministerio de Justicia ruso, «bajo el pretexto de actividades para proteger la naturaleza, los representantes del WWF trataron de influir en las decisiones de las autoridades ejecutivas y legislativas de Rusia obstaculizando la implementación de proyectos industriales y de infraestructura».

Pero eso no es todo.  De acuerdo con los funcionarios de Vladimir Putin, «el WWF también difundió información negativa sobre las decisiones tomadas por los órganos estatales y sus políticas», con lo cual, la organización ha pasado a considerarse como indeseable en medio mundo.

Por supuesto, el Fondo apelará semejante determinación, pero conociendo el funcionamiento del equilibrio de poderes en el sistema ruso, la posibilidad de que tal apelación prospere es relativamente limitada.

De poco servirá, pues, el argumento de que el Fondo ha cumplido tres décadas de presencia en el país y que toda su junta directiva está compuesta por ciudadanos rusos.

En la misma dirección, el millón y medio de simpatizantes con que cuenta el Fondo allá, no será, precisamente, un dato favorable.

Por el contrario, todos esos promotores pasarán a ser, de inmediato, un núcleo social al que será prioritario reconvertir para que no simpaticen más con esa “herramienta al servicio del imperialismo occidental”.

En pocas palabras, el Oso Panda ha pasado a convertirse para el Kremlin y su bloque modular internacional en un símbolo de manipulación, intervencionismo y agresión.

Un emblema de hostilidad que no podía quedar al margen de la guerra por el dominio global que tiene a la Europa del Este como el teatro de operaciones más visible.

Y al WWF como el actor más recientemente vinculado a semejante teatro de operaciones de tan alto impacto planetario.

 

vicentetorrijos.com