Parolin no escarmienta. Fue Nuncio en Caracas desde 2009 hasta 2013 y conoce bien la naturaleza del chavismo.
Ya como Secretario de Estado, pretendió ser mediador en un proceso de negociación y solo recibió un trastazo.
Ahora insiste, siguiendo esa larga tradición de la Iglesia consistente en persistir, a pesar de las frustraciones, a ver si en algún momento se abre una ventana de oportunidad en las conciencias.
Y a sabiendas de que, en muchas ocasiones, esa metodología lo único que logra es fortalecer a sátrapas y dictadores, el Cardenal prosigue su labor, siempre en el entendido de que la ‘diplomacia espiritual prolongada’ puede arrojar frutos … milagrosamente.
De hecho, Parolin parte de la obviedad de que resulta «importante que la sociedad civil sea también protagonista de la solución de la crisis».
Reiterativamente, él descubre que la solución solo se dará «si los venezolanos y especialmente los que tienen algún tipo de responsabilidad política, están dispuestos a sentarse y negociar de un modo serio sobre cuestiones concretas que den respuestas a las verdaderas necesidades de los venezolanos y durante un periodo limitado en el tiempo».
El problema, claro, estriba en que a modo de respuesta a la misiva, el régimen encerró a Freddy Guevara, uno de los compañeros de Juan Guaidó en ese aparato burocrático paralelo montado por la oposición.
Burocracia paralela y de bolsillos llenos gracias a la que Maduro legitima y convalida su dominación, diciendo, ¿ Cómo puede tildarse de tiranía a este gobierno, si en Venezuela florece una poderosa oposición, autosuficiente y pudiente ?
Ironías aparte, Parolin avanza en su recetario con la piedra filosofal de que un proceso de negociación exige voluntad política por parte de los involucrados : «Disponibilidad a dejar que el bien común prevalezca sobre los intereses particulares, y un apoyo responsable de la sociedad civil y la comunidad internacional».
Como si su ilustración no fuese suficiente, él se toma la molestia de animarlos a todos «a apoyar las iniciativas que fomenten el entendimiento y la reconciliación entre los venezolanos».
Porque, en esa preclara línea de pensamiento, el jefe de la diplomacia vaticana logra vislumbrar que «si una negociación como la señalada tiene éxito, será necesaria una gran generosidad y paciencia, pues la crisis actual no se resolverá inmediatamente, sino que aún serán necesarios múltiples esfuerzos y sacrificios por parte de todos».
O sea, que aún si la evidencia en Cuba, Nicaragua y la propia Venezuela no bastara, Parolin se encarga de subrayar que «sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión».
Es por toda esta formidable receta diplomática esbozada por el Cardenal, que nadie logra entender por qué, Maduro, irreverente e irrespetuoso, se atrevió a calificar todo ese esfuerzo como «compendio de odios, de veneno, de rencillas, de cinismo y de odio».
No obstante, algo del manual de Parolin habrá calado en lo más profundo del espíritu del dictador.
De hecho, ya lo dejó claro : si en agosto emprende negociaciones en México, sus prerrequisitos son apenas comprensibles :
que EEUU y Europa levanten las sanciones contra Caracas ; que la oposición reconozca las instituciones del régimen, y que «renuncien a los golpes de Estado, el magnicidio y los demás caminos de la violencia».
vicentetorrijos.com