Los militares cumplen con su deber de manera impecable : se anticipan, controlan y protegen.
En cambio, el Jefe del Estado, que es quien dirige la seguridad y la defensa, titubea, se retrae y parece intimidado.
Primero que todo, sostiene que Colombia no se va a arrodillar ante las pretensiones de la banda armada ; pero el simple hecho de que conjugue ese verbo ( arrodillarse ) lo delata.
Luego, haciendo alarde de su razonamiento estratégico, realmente cree que ha hecho el gran descubrimiento universal y concluye que el ELN tiene la intención de sembrar zozobra y miedo en diferentes regiones del territorio nacional.
Pero, en lo que ya es el tope de su clarividencia analítica, presenta, con particular jactancia, el hallazgo de que « ellos quieren jugar un papel en estas elecciones » y que lo harán « para que el próximo gobierno les llegue arrodillado ».
Tan obsesionado como está con aquello de las genuflexiones, Duque cree que Rodolfo Hernández, o Alejandro Char, van a caer en la misma tentación que él tuvo.
Porque, elegido para recobrar la seguridad con mano firme y superar así la trampa con la que se burló al ‘No’ tras el plebiscito del 2016, Duque no solo contrarió a los ciudadanos sino que estuvo seis meses coqueteando con los elenos hasta que pusieron la bomba en la Escuela de la Policía.
Entonces, no solo piensa que todos obrarán como él, sino que, dubitativo y acoquinado, se niega a revelar la esencia de lo que ha descubierto con tanta sagacidad y astucia.
Si lo sabe, ¿ por qué no le dice con toda transparencia al país quién es el candidato presidencial que, según él, está al servicio del ELN, o a la inversa ?
Opacidad de la que también padece su ministro del Interior cuando, haciendo gala de su siamesa fidelidad con Duque, exclama « ¡ que el ELN diga de una vez cuál es su candidato ! ».
En todo caso, quien parece estar compulsivamente atraído por un eventual escenario negociador, no es otro que el propio Duque.
En vez de romper relaciones con el régimen cubano que los ampara, o empeñarse a fondo en restablecer la democracia en Venezuela, o aislar a la dictadura de Daniel Ortega con toda la fuerza en el Caribe, lo único que hace es invitar a la guerrilla a dialogar.
« ¿ Quieren hablar de paz ? Pónganle fin a los actos criminales y liberen a los secuestrados ».
O sea, que si ellos recurriesen a las mismas argucias y artimañas que fueron empleadas en La Habana, él entraría ahora mismo en diálogo y negociaciones con la cúpula que lo está esperando allá, en el Hotel Palco, en la Casa número 25 y en La Bodeguita del Medio.
vicentetorrijos.com