Bíblicos, como son, el conflicto árabe - israelí en general y el israelo - palestino en particular, están sufriendo una transformación profunda, pero con nombre propio.
Y ese nombre propio no es otro que el de Donald Trump.
Está claro que Trump despierta toda suerte de sentimientos entre propios y extraños.
Pero, sentimentalismos aparte, le ha dado un giro de 180 grados al clima conflictivo en Medio Oriente.
Por una parte, ha logrado un balance de poder con Rusia que garantiza la estabilidad en el área, desde Siria hasta Libia.
Por otra, ha neutralizado al Estado Islámico y con ello ha reducido enormemente la posibilidad de ataques terroristas en Europa, o en los mismos EEUU.
Sobre todo, ha bloqueado a Irán y sus destructivos intereses expansionistas que, mediante la agrupación Hezbolá, extiende sus tentáculos hasta el Cono Sur y las dictaduras del Caribe en abierta complicidad y connivencia.
Y Trump lo ha logrado gracias a la técnica de la mediación y la premisa de dividir para vencer.
En efecto, apeló a fórmulas muy ingeniosas de dar y recibir ( quid pro quo ) de tal manera que aproximó y reconcilió a su aliado estratégico, Israel, con dos monarquías del Golfo Pérsico, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein.
Monarquías que, de tal manera, se unen a Egipto y Jordania que, en el 77 uno y en el 94 la otra, conformaron un paradigmático triángulo de estabilidad interestatal.
Triángulo que, muy hábilmente los ayatolás persas ( iraníes ) han socavado al financiar movimientos no estatales como Hamás, en Gaza - Palestina, y el mencionado Hezbolá, con sede principal en El Líbano.
En pocas palabras, Trump ( como el mejor ejemplo de “mediador con músculo” ) e Israel les están ofreciendo a estas monarquías árabes del área cooperación, asistencia y seguridad ( frente a los persas, que tanto las amenazan ).
Con ello, Washington y Tel Aviv aíslan cada vez más a los palestinos que, sin el manto protector de sus hermanos, se verán obligados, tarde o temprano, a negociar dócilmente con el Estado judío o, en su defecto, a presenciar tanto la anexión de los asentamientos israelíes como un insoportable escenario de privaciones que solo servirán para alimentar ese cuadro de victimismo en el que hasta ahora han vivido.
En conclusión, otros Estados árabes del área firmarán también muy pronto acuerdos con Israel de tal modo que la política depredadora de Teherán tendrá en frente unas líneas rojas que más le valdría no tratar de ignorar o desafiar.
Es así como un nuevo amanecer se está evidenciando en la península arábiga, en el Levante, en el Magreb e, incluso, en el Caspio.
Todo un ejemplo de geopolítica pragmática, diplomacia retributiva y persuasión basada en capacidades.
En resumen, estabilidad basada en la fuerza y la razón.
Razón que Alí Jamenei, el líder supremo del yihadismo, está tardando mucho en digerir y asimilar.
* * *
Vicente Torrijos es profesor de asuntos estratégicos en la Escuela Superior de Guerra.
vicentetorrijos.com