Según cifras del Ministerio de Educación el 87,4% de los estudiantes han estudiado parcialmente a distancia durante los últimos 17 meses. Colombia es uno de los países del mundo que ha tenido uno de los mayores cierres de colegios durante la pandemia. Aunque la virtualidad ha permitido que las clases se sigan desarrollando, es claro que el modelo de educación presencial tiene mayores beneficios en el aprendizaje de los estudiantes.
De acuerdo con el experto y director del Colegio Wesleyano del Norte, John Mauro Piñeros, si bien la virtualidad sirvió para seguir el proceso académico en los jóvenes, la presencialidad es vital no solo para el aprendizaje, sino para el desarrollo de habilidades socioemocionales. En su discurso resalta dos aspectos importantes a tener en cuenta y nos regala algunos de los muchos beneficios que ofrece el regreso a las aulas:
Primero, que los niños y jóvenes aprenden de manera multicanal, es decir, desde la multisensorialidad y desde el movimiento. Para generar atención en el cerebro se requiere que los circuitos atencionales se despierten y ellos funcionan en la medida en que yo esté conectado emocionalmente, ya sea porque hay movimiento o porque estoy en contacto con otras personas. Entonces, con respecto al aprendizaje podemos decir que, los niños y jóvenes son multisensoriales; aprenden a través del cuerpo y de las experiencias, en el contacto con el otro, en el contacto con la experiencia del aprendizaje, desde lo material y lo concreto.
Segundo, el ser humano tiene un cerebro social. Estamos diseñados para estar con el otro. Entonces priman las relaciones interpersonales, la posibilidad de estar en contacto con otras personas. Aquí el colegio juega un papel fundamental porque es una experiencia social, emocional y espiritual en la que niños y jóvenes van a resolver problemas, a conocer a otros, a conocerse a sí mismos, trabajar en equipo, y a tener iniciativa. Y todas estas cosas se dan en el encuentro presencial.
Podemos decir que todo el conocimiento y la información que cualquier persona requiere, la puede encontrar en google o a través de cualquier medio virtual. Allí se desarrolla la inteligencia estática. Pero la inteligencia dinámica, es la base del desarrollo del ser humano y requiere ser construida en el ambiente escolar. Esta inteligencia es la que me permite aprender a resolver problemas, a utilizar el pasado, presente y futuro, sentir mis emociones y ser coherente con ellas, a respetarme y hacer empatía.
Entonces, sí o sí la presencialidad trae grandes beneficios y transforma la vida de esta generación que se está formando. Además de los anteriores, podemos destacar estos otros beneficios:
Se crean lazos de amistad y se fortalecen valores como el compañerismo y la solidaridad. El compartir, permite que haya un intercambio más fluido entre pares y docentes. Ello contribuye a generar confianza en sí mismos, en el otro y a reforzar aprendizajes o comprender instrucciones.
Las clases presenciales estimulan la motivación, generando emociones positivas que combaten el estrés tóxico y sentimientos de soledad. Además, posibilitan la participación libre y espontánea de los estudiantes en ejercicios de aprendizaje colaborativo, donde cada uno desempeña un rol específico.
En el aula todos los estudiantes tienen las mismas posibilidades de acercarse al aprendizaje y se disminuyen las desigualdades sociales. Allí no hay limitaciones por la mala conexión a internet o problemas técnicos con las plataformas digitales, en cambio, los niños y jóvenes pueden tomar la iniciativa para desarrollar diferentes mecanismos que les permitan explorar, interactuar o discutir temas de interés encontrando mejor sentido a lo que se les propone y alcanzar los objetivos de la clase.
Durante el acompañamiento presencial, se ofrecen mecanismos de seguimiento y refuerzo al aprendizaje brindándole seguridad al estudiante.
Se favorece el cuidado de la salud mental y hay una especial atención a la socialización del estudiante para fomentar la corregulación, es decir, que entre ellos se muestren interesados en que el salón sea un espacio de aprendizaje saludable y amigable. Todo esto potencia no solo el crecimiento académico sino también el personal.
Volver a las aulas implica retomar hábitos de estudio donde la disciplina y la constancia favorecen el aprendizaje y la proyección de la vida profesional de nuestros jóvenes.
El estudiante tiene un papel activo, donde es él quien construye su conocimiento y su propia formación, lo cual es esencial en el modelo presencial.
El contacto con los compañeros de clase, con los amigos de otros cursos y con los docentes generan alegría en nuestros niños y jóvenes y ello los impulsa a aprender.
Volver a la presencialidad hará que tengamos una generación de niños y jóvenes emocionalmente estables, que disfrutan de su interacción con el otro, que ríen, saltan, corren, debaten, discuten y experimentan la vida a plenitud. Que reciben herramientas para encontrar la felicidad y se proyectan a un futuro en el que también participan responsablemente siguiendo la nueva realidad que nos exige cumplir con todas las medidas de bioseguridad.