Básicamente, hay tres opciones. La primera, es no hacer nada.
Eso significaría repetir lo que sucedió cuando Putin invadió Crimea hace poco desintegrando a la misma Ucrania.
Washington entendió que era procedente satisfacer el apetito ruso para garantizar así un equilibrio en el área.
Pero, como era de esperarse, lejos de saciarse, el agresor acumuló fuerza y acrecentó, cada día más, sus impulsos expansionistas.
La segunda opción, que, en el fondo, equivale a la anterior, sería la de imponer sanciones.
Pero Moscú ya está curtido en estas lides y ha aprendido a adaptarse y absorber sin traumatismos la panoplia sancionadora de la Casa Blanca.
En otras palabras, ninguna sanción, por drástica o novedosa que fuese, desanimaría a los rusos pues apoderarse de Kiev supondría una ventaja superior a cualquier restricción comercial norteamericana.
En consecuencia, solo queda abierta la opción de repeler el ataque mediante el uso de la fuerza.
Pero, como es apenas comprensible, este es el escenario menos deseable y más incierto.
Hasta ahora, el Kremlin se ha valido de fuerzas proxy, o por encargo, para apoderarse de la franja oriental ucraniana.
Pero sabe que eso no es suficiente si verdaderamente quiere llegar a la médula del problema territorial, es decir, hasta la propia capital de Ucrania.
Por supuesto, hay acontecimientos recientes que le permiten a Moscú aspirar a tanto con la pretensión de salirse con la suya.
Ni Trump ( el ardoroso pendenciero ), ni Biden ( el apaciguador ), supieron cómo evitar la derrota ante los talibanes ni el envilecimiento creciente de norcoreanos y persas.
Asimismo, Washington ha sido impotente frente al reposicionamiento de Rusia en la propia puerta de los EEUU, esto es, Managua, La Habana y Caracas.
Con todo, la invasión de Ucrania equivaldría a la de Hitler sobre Polonia.
Entonces, ¿ de qué modo evitarlo ? ¿ Hay algo en lo que pueda ser útil la historia ?
En cualquier caso, la respuesta más certera es, y seguirá siendo, la disuasión plena.
Primero, Occidente ha tardado mucho en integrar a Ucrania en la OTAN.
Segundo, se ha negado -irracionalmente- a enviar tropas al país, aún a sabiendas de que eso es lo único que ha garantizado la integridad de Norcorea ( y Taiwán ).
A la inversa, hace pocos días, cuando la aliada dictadura kasaja se sintió amenazada, Putin envió instantáneamente tropas de varios países pertenecientes a su Tratado de la Seguridad Colectiva y borró de un plumazo las intentonas de desestabilización.
Por último, a Moscú solo lo desalentará saber que la Casa Blanca no se andará con titubeos en caso de que penetre territorio ucraniano y que las pérdidas humanas serían inconmensurables.
Dicho de otro modo, ¿ por qué durante toda la Guerra Fría, al Kremlin nunca se le ocurrió ocupar Berlín e incursionar en la República Federal ?
En conclusión, Washington, y la OTAN, como conglomerado, aún están a tiempo de contener al autoritarismo expansivo.
China lo está entendiendo en el Indopacífico porque el cordón de seguridad ha sido impecable.
Irán lo está entendiendo a regañadientes porque los acuerdos árabe-israelíes le alteraron por completo la ecuación estratégica en el área.
Pero falta Rusia. Y solo se podrá garantizar la estabilidad en Europa Central si a Putin y Labrov les queda claro que pueden ganar mucho más si controlan oportunamente su avaricia y osadía.
vicentetorrijos.com