La lógica del fundamentalismo violento no obedece a factores coyunturales ni a la estricta racionalidad que suele dominar a buena parte de la toma de decisiones cuando se trata de sistemas políticos basados en los intereses y el poder.
Esa barbarie se fundamenta, más bien, en la brutalidad, el terror, la impiedad y la impudencia, conformando así un mapa ideológico teocrático cruel y criminal.
En la práctica, eso se traduce en que los afganos que durante años fueron colaboradores de las potencias aliadas en los esfuerzos de reconstrucción y estabilización del país, y que fueron traicionados y abandonados a su suerte en la tropelía de la retirada, ahora están siendo perseguidos por el emirato, lista en mano y puerta a puerta, para cobrar venganza.
O se traduce también en el milimétrico control del aparato educativo, de tal manera que solo la doctrina oficial orientará los contenidos, las mujeres podrán ir a la universidad pero separadas de los hombres, los profesores tendrán que adherir al integrismo y las aulas serán máquinas de propaganda y lavado de cerebro hasta conseguir la anhelada “inmunidad ideológica de rebaño”.
Con todo, podría pensarse que el despotismo de los talibanes es exclusivo de este movimiento y que se agota allá, en las montañas y desiertos afganos, como si fuese una especie de excepción histórica y geocultural.
Pero lo cierto es que estamos rodeados de talibanes. Y no en sentido literal, pero tampoco en un sentido abstracto, o metafórico.
Todo lo contrario : en un sentido práctico y realista, pululan los talibanes que pretenden horadar la soberanía colombiana en el archipiélago de San Andrés ; que amparan a los violentos en la consabida isla del Caribe, o que promueven el terrorismo y la ciberagresión desde el otro lado del Arauca.
En definitiva, hay un clima de talibanización cada vez más articulado y perfeccionado en el hemisferio, aunque está claro que, por el momento, la contención y la disuasión colombianas son nítidas y contundentes.
El problema está en que los aliados occidentales salieron huyendo de Afganistán con los pies en polvorosa.
Y por aquí podría suceder exactamente lo mismo.
vicentetorrijos.com