Y tiene toda la razón. Pero eso no significa que cuando la democracia liberal sea difícil de asimilar “desde adentro” tengan que aceptarse los desmanes y las atrocidades que se les vengan en gana a los regímenes autoritarios.
Me explico. Los emiratos en la península arábiga y la propia Arabia Saudí no son democracias liberales pero respetan ( unos con mayor claridad que otros ) los principios fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas.
En tal sentido, se trata de gobiernos funcionales, adaptados y responsables ante la comunidad internacional que, incluso, tras muchos años de enfrentamiento con una genuina democracia, como la israelí, han suscrito con ella sendos acuerdos de cooperación y estabilidad.
Ahora mismo, los talibanes en el poder en Afganistán han erigido otro emirato, completamente alejado de los principios de la democracia liberal y fundado en interpretaciones religiosas extremistas.
Eso, sumado a que han sido durante muchos años el adversario contra el que luchaba allí mismo la Alianza Atlántica, hace imposible su reconocimiento inmediato, así como el establecimiento de relaciones diplomáticas.
Pero eso no significa que sea imposible dialogar con ellos y llegar a acuerdos, pues, al ser el gobierno de facto, no queda más remedio.
Terminar la evacuación, garantizando la progresiva salida de miles de ciudadanos en riesgo que son afines al modo de vida de occidental es el mejor ejemplo de que el diálogo tiene que mantenerse.
Con todo, este inevitable pragmatismo no puede llamar a engaños ni confundirse con indiferencia, complicidad o permisividad alguna.
Por el contrario, cuando el presidente Macron sostiene que la democracia no puede imponerse desde afuera, acompaña esta afirmación con una advertencia absolutamente clara : las violaciones no serán permitidas.
En otras palabras, los aliados no tolerarán que los talibanes irrespeten el derecho humanitario y los derechos humanos, y menos aún, que promuevan el terrorismo internacional.
En consecuencia, ellos solo tienen dos opciones : o hacen de su emirato un régimen funcional y adaptativo, o tendrán a los aliados occidentales siempre vigilantes para sancionarlos contundentemente, como corresponde.
La evolución histórica de Vietnam es un buen ejemplo que bien vale recordar en este instante : después de haber derrotado a los EEUU, esas guerrillas ultracomunistas, ferozmente apoyadas por Beijing y Moscú, se tomaron su tiempo, pero finalmente comprendieron que era preferible un sistema basado en la libre empresa y las libertades públicas.
De tal modo, Vietnam pasó pasó de ser el principal enemigo de Occidente a convertirse en un inmejorable socio : altamente respetuoso, confiable, innovador y productivo.
vicentetorrijos.com