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A pesar del mecanismo COVAX, millones de personas marginadas no podrán vacunarse contra el coronavirus.

 ASTROLABIO # 85 / VIE 22 ENERO 2021

Esta iniciativa impulsada por la OMS persigue, precisamente, lograr el acceso rápido de la población mundial a las vacunas.

Por ejemplo, Colombia se vinculó en septiembre y espera suplir buena parte de la demanda gracias a la presión colectiva.

Una presión que distribuye horizontalmente el recurso para evitar que los países más industrializados lo concentren para su exclusivo beneficio.

Con todo, hay una peligrosa tendencia basada en el egoísmo que pone en evidencia la conducta prepotente de algunos países con mayor poderío económico.

Se trata de lo que el secretario general de la ONU ha llamado “nacionalismo de las vacunas”.

Consiste en pujar sin rubor alguno con todo lo que tienen a mano para comprar el mayor número posible de unidades ignorando las necesidades de los más limitados o desposeídos.

En tal sentido, algunos gobiernos han calculado que luego les sobrarán vacunas y ya están evaluando bajo qué condiciones enviarán las sobras a los países frágiles.

Podría aducirse que así ha sido la historia de las relaciones internacionales, pero en este caso la globalización impone una interesante paradoja : la inmunización de rebaño es absolutamente necesaria y a nadie le basta con sentirse a salvo tan solo por haber recibido las dos dosis.

En otras palabras, conviene recordar que la recuperación económica depende de muchas variables, entre ellas, garantizar el bienestar de los más pobres y excluidos, casi siempre observados con desdén.

Como si fuera poco, aparecerán nuevas cepas y otros virus que, de modo escalonado, se traducirán en pandemias, con lo cual, la cooperación de los países marginados será esencial para evitar la propagación y garantizar la seguridad de los más poderosos.

En resumen, tarde o temprano los países más potentes tendrán que comprender que su bienestar depende ahora de la solidaridad y que la concentración de la riqueza ha dejado de ser una virtud en sí misma.

Lo curioso de todo esto es que un miserable virus ha logrado demostrarlo.

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vicentetorrijos.com