Una es la de las opiniones y la otra es la de las calles.
La primera, consiste en agitar la opinión, apelando a los sentimientos y emociones.
En esta corriente hay dos tendencias. La del Centro Democrático, que busca derogar la JEP ; y la del nuevo movimiento de Roy Barreras, que busca derogar a Duque.
La tendencia del CD es vieja. Fue la razón por la que Duque llegó al poder ( rescatando al “No” del secuestro al que lo sometieron Santos y las Farc en el 2016 ), y a mediados del año pasado volvió a ponerse en la agenda, también a manera de referendo, sin despertar entusiasmo alguno.
De hecho, es una tendencia que no puede prosperar porque sufre de contradicción aguda. Es decir, se ha concebido para mantener al CD en el poder, pero ha sido el propio Duque quien despojó a su gobierno de la teoría-y-práctica de la seguridad y de las banderas del No, tan solo para pasar a la historia como un gobierno “de centro” y no como un gobierno “godo y de derechas”.
En otras palabras, al abandonar el discurso de la seguridad por el que fue elegido y al ungir desde ya a Holmes Trujillo como heredero sin ningún proceso de legitimación, el propio CD se ha condenado al fracaso, dejando a la derecha en manos de Cambio Radical.
La otra tendencia, la de Roy Barreras, es inteligente y busca refrescar el espectro ideológico valiéndose del rechazo popular al gobierno Duque, del escuálido gabinete ministerial que lo acompaña y de las enormes fracturas entre la Casa de Nariño y el partido uribista.
Pero, en realidad, la posibilidad de que un referendo prospere es casi nula por las dificultades técnico-legales que supone.
Y aunque Barreras no se dejará atrapar por las trabas jurídicas y mecánicas de semejante vaivén, lo cierto es que hay una corriente opositora mucho más madura y logísticamente mejor preparada en la que, tal vez, él podría desembocar, quizás como fórmula vicepresidencial o como componente clave de lo que, en todo caso, será una coalición reforzada.
Tal corriente es la otra a la que se hace referencia al comienzo de este escrito.
Es la de las calles, la de la protesta activa ( no basada en los acápites de un referendo ), la de las mingas, movilizaciones, resistencias, agitación, efervescencia, marchas, plantones y demás mecanismos de intervención y participación directa.
Mezcla de los “indignados” que hace pocos años removieron la política europea, la ‘pandemización’ ( o frustración profunda causada por la crisis sanitaria ), la política contenciosa ( agitación alternativa de los sectores contestatarios ) y la “leaderless resistance” ( activismo autónomo ), esta corriente tiene como único objetivo llegar al poder en el 2022.
Se vale, por igual, de los ya citados errores de la derecha que se traicionó a sí misma y del fracaso de la guerra de guerrillas, así que, apelando al histrionismo cívico, la oclocracia, el populismo pragmático y la movilización intensiva, emplaza y deconstruye el poder establecido.
Tal parece que Gustavo Petro ha comprendido bien las ventajas de semejante modelo. Pero sería una ligereza atribuirle solo a él este diseño y su andamiaje.
En el fondo, se trata de una corriente variopinta y diversa en la que se mezclan muchos intereses, desencantos y razonamientos estratégicos de largo alcance.
Algunos lo simplifican con el remoquete de “castrochavismo”, para tratar de entenderlo. Pero con ese reduccionismo se niegan a ver las verdaderas dimensiones del asunto. Las verdaderas dimensiones del desafío.
* * *
Vicente Torrijos es profesor de asuntos estratégicos en la Escuela Superior de Guerra.
vicentetorrijos.com