Todo indica que esta ya es la elección presidencial más excitante en la historia de los Estados Unidos. Tanto, o más que la de hace cuatro años.
Primero, porque Trump enfrenta esta vez al verdadero sucesor de la era Obama, o sea, a quien fue el vicepresidente por ocho años.
Ya no se trata de Hillary, cuya candidatura fue la recompensa que Obama tuvo que ofrecerle al presidente Bill Clinton por haber sido su mentor y propulsor.
Pero Biden es muy débil, frágil, y sería el presidente más longevo en ocupar la Oficina Oval.
En otras palabras, el poder detrás de Biden sería Kamala Harris, la fórmula vicepresidencial que, a juzgar por el debate que sostuvo con Mike Pence, no parece tener el aplomo, sensatez y precisión de que goza el republicano.
Adicionalmente, el presidente Trump ha resultado muy reforzado en pocos días.
Primero fue el enriquecedor debate televisado, poco antes de ser hospitalizado, en el que demostró que, más allá de los improperios, hay dos visiones muy distintas para Norteamérica : la del socialismo basado en subsidios y la del emprendimiento basado en la libre empresa y la fe.
En pocas palabras, serán unas elecciones muy definidas por el “efecto Bolsonaro”, el presidente brasilero que salvó su vida tras un cobarde atentado y luego derrotó a la Covid en franca lid.
Porque, muy en el fondo, lo mismo ha sucedido con Trump. Primero, ha tenido que soportar el peor asedio y los peores atentados mediáticos de los grandes conglomerados de medios que solo resisten el pensamiento único y el relajamiento de los valores sociales esenciales.
Y, segundo, ha salvado su vida para seguir en la tarea de reconducir a los Estados Unidos por el sendero de la competitividad.
La competitividad económica, por supuesto ; pero, más importante aún, la competitividad estratégica : la seguridad competitiva.
* * *
Vicente Torrijos es profesor de asuntos estratégicos en la Escuela Superior de Guerra.
vicentetorrijos.com