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Es curioso que una situación típicamente norteamericana como la designación de una juez en la Corte Suprema se haya convertido en toda una polémica global.

 ASTROLABIO # 69 / VIE 02 OCTUBRE 2020

Lo que pasa es que, en el fondo, este fenómeno se centra no solo en el interés por los asuntos domésticos de la gran potencia hegemónica sino en cuestiones ideológicas de alcance universal.

En efecto, para muchos sectores el deceso de la juez Ginsburg ha sido el equivalente a una catástrofe nuclear, solo equiparable a que algún día se demoliera el neoyorquino bar Stonewall Inn, símbolo mundial del orgullo gay.

Lo que, probablemente, los fanáticos de Ginsburg no han asimilado todavía es que, así como ellos se sintieron legítimamente recompensados y eufóricos en su momento con su nombramiento, ahora ha llegado una nueva era : la del perfeccionamiento de los valores esenciales.

Dicho de otro modo, ha terminado un ciclo, una tendencia que para muchos equivalió al Renacimiento y la Ilustración juntas, para dar paso a la edad tranquila de la armonía comunitaria, la trascendencia espiritual y la fe por encima del pensamiento único y excluyente.

En síntesis, cuando el presidente Trump nombra como reemplazo de Ginsburg a la juez Amy Coney Barret ( ACB ), de solo 48 años, está garantizando por décadas la renovación de los valores conservadores en la sociedad norteamericana.

Muy centrada en los fundamentos del cristianismo, madre de siete hijos, antiabortista, textualista ( que rescata los principios originales de la Constitución ), e integrante de la Sociedad Federalista y del grupo de creyentes People of Praise, ella se siente orgullosa al proclamar unas creencias y virtudes íntimamente relacionadas con las entrañas mismas de la civilización judeocristiana.

Por supuesto, muchos exponentes de la izquierda radical planetaria han de estar más descompuestos que plañideras en un funeral, pero ya es momento de que acepten la realidad tal como es y no como quieren seguir viéndola.

Una realidad en la que se rescata a las mentes abiertas del secuestro moral al que estaban sometidas ; en la que prima el respeto al pluralismo descartando la manipulación “progresista”, y en la que se rechaza el unanimismo colectivista para garantizar las libertades, pero, principalmente, para recuperar la unidad creativa entre la fe-y-la-razón tendiente a reforzar las raíces más profundas de la democracia occidental.

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Vicente Torrijos es profesor de asuntos estratégicos en la Escuela Superior de Guerra.

vicentetorrijos.com