La semana pasada, en otro de esos shows llamados Pdet, la flamante senadora y vicepresidenta del Congreso, Griselda Lobo, alias Sandra Ramírez, quien tuvo por marido a ‘Tirofijo’, le pidió a una de las víctimas un abrazo.
Un abrazo que, como por arte de magia y de la noche a la mañana, se convirtiera en símbolo de “reconciliación” : « Le pido que nos demos un abrazo y así yo me iré tranquila, muy tranquila, a mis actividades. »
Pero con lo que no contaba alias Sandra Ramírez era que, en un gesto de soberanía moral, intelectual y política, la víctima, Carmen Adriana López, le negara el abrazo.
En consecuencia, surgen, por lo menos, dos preguntas : ¿ Por qué negarse ? Y, sobre todo, ¿ por qué es absolutamente legítimo haberse negado ?
Como se recordará, Carmen Adriana López perdió a su esposo, Guillermo León Mariño,
cuando las Farc lo secuestraron en el Sumapaz, lo torturaron y lo asesinaron tras emitir una “sentencia política”.
Así que, en su condición de víctima, Carmen Adriana tiene pleno derecho, primero que todo, a rechazar la fórmula facilista del “ ¡ perdone y olvide ! ” en la que suelen basarse los terroristas y dictadores ( como los de la Argentina de Videla ) para gozar de subrogados y beneficios penales.
En otras palabras, las víctimas no están obligadas a perdonar automáticamente a sus verdugos solo porque un modelo transicional cree la imagen políticamente correcta de “reconciliarse para construir la paz”.
Segundo, las víctimas no pueden ser revictimizadas mediante la cosificación, la manipulación y la instrumentalización mediática de los abrazos, los gestos y el simbolismo “de la paz” en el que se escudan los terroristas tan solo para legitimar sus nuevas posiciones de poder ( en el Congreso de la República, para poner tan solo un ejemplo ).
Y tercero, porque, en su intimidad espiritual, Carmen Adriana López podrá perdonar a sus sanguinarios victimarios setenta veces siete.
Pero en su dimensión personal, como poseedora de unos derechos inalienables, como sujeto histórico que es, y como expresión de la seguridad humana universalmente concebida, ella solo podrá dar ese abrazo cuando los terroristas,
( a ) Digan la verdad ;
( b ) La reparen a ella y a su familia ;
( c ) Resarzan el daño infligido a todas las víctimas directas e indirectas que padecieron el modelo insurgente ;
( d ) Den pruebas claras ( completamente claras ) de que no son partícipes de la repetición de la violencia en cabeza de Márquez, Santrich, Romaña y Gentil Duarte. Y, lo más importante,
( e ) Hayan rendido cuentas ante la justicia por todos los crímenes cometidos, en vez de gozar impune y folclóricamente de una curul en el Senado.
En resumen, la senadora alias Sandra Ramírez quería un abrazo de reconciliación rápido, frívolo y legitimador de su actual privilegio como congresista.
Pero Carmen Adriana, la dueña genuina de la única legitimidad existente en todo este proceso, le plantó cara, con toda firmeza y sin la debilidad o sumisión que muchos administradores de la presunta transición les reclaman ( les exigen ) a las víctimas.
Por eso sentenció sin titubeo alguno, sin que se le quebrara un ápice la voz : « queremos la verdad ; ¡ pero una verdad justa, una verdad honesta ! »
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Vicente Torrijos es profesor de asuntos estratégicos en la Escuela Superior de Guerra.
vicentetorrijos.com