Esta semana el país se sorprendió cuando en Bogotá la señora Carmen Adriana López, quien hace parte de la mesa local de víctimas se negó a darle un abrazo, a la senadora de la FARC Griselda Lobo, más conocida como Sandra Ramírez, y en cambio le pidió conocer primero la verdad.
Y entendible la reacción de la señora López por el dolor que ha vivido durante tantos años. La incertidumbre de no saber qué pasó y en el caso de ella, saber dónde está el cuerpo de su esposo secuestrado y asesinado por esa organización. Antes que un abrazo, ella legítimamente reclama primero la verdad que cientos de familias piden a gritos a lo largo de tantos años de conflicto armado y de violencia sin sentido.
Lo cierto es que como dice la Palabra de Dios, la verdad nos hace libres: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, Juan 8:32. Y aunque el versículo hace referencia a un asunto espiritual en este caso aplica totalmente porque muchas veces para liberarnos de la angustia, incertidumbre, rabia, dolor, frustración, es clave conocer la verdad.
Decenas de familias hoy sólo están pidiendo que les digan la verdad. Y no se trata de no perdonar. Es claro que miles tienen la disposición de hacerlo pero para poder avanzar su alma, su mente, su voluntad, necesitan saber qué pasó y el por qué de los hechos y no darle largas más a las mentiras, a encubrir historias que no van a cambiar una realidad pero que sí hace más difícil la reconciliación.
Mientras una relación se base en las mentiras no tendrá ningún final feliz, no habrá paz, y esa situación es un común denominador no sólo para el proceso de paz con las organizaciones armadas al margen de la ley, sino en todos los campos de la vida donde el ser humano establezca una relación.
Es que la consecuencia de violar uno de los mandamientos de Dios no puede traer otro efecto distinto al dolor. En Deuteronomio 5:20 nos dice el Señor: “No dirás falso testimonio contra tu prójimo”. A Todos, en algún momento, alguien nos ha defraudado, nos ha engañado, y cuando eso ha ocurrido sabemos cuánto duele.
Los mandamientos lo que buscan es que con nuestras acciones no le causemos dolor a otras personas. Cuán importante sería que uno antes de echar una mentira, se pusiera en los zapatos de la otra persona para tratar de comprender que si eso mismo alguien nos lo hiciera, no nos va a gustar.
Se nos olvida, o no lo sabemos con certeza, que las leyes espirituales se cumplen tanto como las leyes físicas. Es tan real la ley de la siembra y la cosecha en lo espiritual como la ley de la gravedad en el mundo físico. En Mateo 7:2 lo dice Dios de manera contundente cuando afirma que “Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá”.
Cuando no se dice la verdad en un matrimonio, de un hijo hacia un padre, en una relación laboral, de negocios, etc, sencillamente se rompe la confianza y eso es como cuando se nos rompe un vaso, difícilmente las partes pueden volver a conectar exactamente igual como si no hubiera pasado nada. Entonces, en adelante antes de decir una mentira, que para mantenerla debes decir otra, es mejor que piense en si esa porcelana que está dejando romper la quiere desechar por siempre o realmente es lo que más quiere para su vida.
Es importante reconocer que nos hemos equivocado y hacer el propósito de corazón de no volverlo hacer, así exactamente como le dijo Jesús a la mujer adúltera sorprendida en el acto y llevada a su presencia: “Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”, Juan 8:11.
Las FARC y cada uno de nosotros podemos reparar el daño que hemos hecho pero diciendo siempre la verdad. No más mentiras. Arrepentimiento genuino para llegue la bendición de Dios como lo promete en Hechos 3:19 “Así que, arrepentíos y convertíos; para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” y en Mateo 3:8, “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento”.