Otra de las lecciones que hemos tenido que aprender la mayoría de las personas en esta cuarentena, es poder tomar decisiones acertadas frente al consumo y evitar esa tendencia de comprar por comprar, incluso cosas que no necesitamos y que lo hacemos quizás por un comportamiento en el que pensamos que comprando lo que nos llamó la atención vamos a ser más felices.
Pareciera que el dinero en nuestros bolsillos nos estorbara y sentimos un afán por gastarlo a como de lugar. También es posible que lo hagamos porque necesitamos sentirnos mejor y creemos que si estamos estrenando todo el tiempo vamos a ser más felices. También lo hacemos porque fulano lo hizo y por lo tanto yo no me puedo quedar atrás.
Muchas veces compramos para poder escapar a la tristeza, a la depresión y queremos llenar ese vacío que hay en nuestra alma a punta de cosas que nos gustaron pero que quizás no estamos necesitando.
En este tiempo de aislamiento nos hemos dado cuenta que podemos vivir sin muchas costumbres, gastos, y cosas que creíamos indispensables. Siempre decíamos que teníamos que comprar “X” producto pero por los acontecimientos nos hemos dado cuenta que todo tiene su tiempo y todo tiene su espera, todo no puede ser ya, se puede planear y se puede esperar.
A propósito de esto, lo dice el libro de Proverbios, “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” Así que esta coyuntura ha servido para darnos cuenta que no todo tiene que ser ya y menos si se trata de adquirir un bien o un servicio que muchas veces por alcanzarlo nos endeudamos y terminamos pagando más de lo que realmente vale.
También hemos visto que es clave en los hábitos que desarrollemos, tener la cultura del ahorro porque nunca sabemos cuándo no vamos a tener empleo como le ha ocurrido a muchas personas que por el cierre de empresas o disminución en los ingresos por las ventas, los dueños, debieron despedir parte del personal porque la situación se hizo insostenible.
Debemos acabar con esa práctica que todo lo que me gano me lo gasto, me lo unto, me lo bebo, me lo compro en ropa, en rumba, etc, sin darle espacio al ahorro que será el colchón para la época de vacas flacas que no sabemos en qué momento llegue. Bien lo dice el libro del amor “quien ahorra, poco a poco se enriquece”.
De igual forma debemos aprender de esta crisis que no es bueno tener deudas. Muchas veces compramos lo que queremos, no necesitándolo, endeudándonos. Por eso es válido mencionar las sagradas escrituras cuando nos recomiendan que “no tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros”.
Dios quiera que capitalicemos estas dificultades para ser mejores en todo, sobre todo en lo relacionado con nuestras finanzas, de ahí que sea fundamental planificar, desarrollar un propuesto y no gastar más de lo que ganamos. Somos felices pasando la tarjeta de crédito. Por eso es mejor atender la palabra del Señor cuando indica “Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla?
La próxima vez que vaya a comprar debe preguntarse ¿Lo quiero o lo necesito? Puedo esperar? Vale la pena endeudarse?