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Perdonar no es fácil pero da felicidad.

Por: John Didier Rodríguez

Abrir una herida es muy fácil, en un segundo se puede, tanto a nivel físico como a nivel sentimental, pero cerrarla y sanar toma mucho tiempo, requiere de medicina, paciencia, sabiduría e inteligencia, en cualquiera de los planos aquí planteados.

Pero como el mensaje está más dirigido a la esfera de lo emocional, es ahí donde pretendo profundizar en los siguientes minutos porque es quizás una de las sensaciones más dolorosas que una persona puede experimentar.

Cuando uno está sufriendo el tiempo es una eternidad, creemos que esa pesadilla jamás va a terminar o que va a ser muy difícil poderlo superar. El alma de uno entra en un vacío en el que pensamos que no vamos a ser capaces de superarlo.

Una de las tareas que tenemos para ser felices es perdonar. Y perdonar no necesariamente a otra persona sino a nosotros mismos por haber fallado, o haber dado un paso en falso. Sin ese ejercicio del perdón es muy complicado que un ser humano pueda ser feliz porque siempre tendrá momentos en los que experimentará ese sentimiento de fracaso, de dolor, de humillación, de rabia.

Y es que resulta fácil y rápido destruir, antes que construir que toma mucho tiempo, que es duro y dispendioso. Por eso con una palabra, un tono de voz mal modulado, un gesto, un no, podemos causar una herida que con el paso de los días se vuelve difícil olvidar por la otra persona o por uno mismo, si no se pide perdón oportunamente, si no se dialoga. 

Cada día, cada segundo, es una oportunidad para hacerle daño a otro o que nos hagan daño. Siempre habrá diferencias conceptuales, maneras de ver la vida, que nos lleven a chocar con otros, y es ahí cuando no debemos dejar prosperar esos malos entendidos sino abordarlo en doble vía. 

Cuando tenemos una herida, un dolor, queremos salir volando, huir de donde estamos, sentimos que el tiempo se detuvo. Perdonar humanamente y en nuestras fuerzas es difícil pero con la medicina (la palabra y su amor) del Señor, todo es posible. Y debo perdonar por mi bienestar.

Cuánto daríamos porque nuestra vida nos permitiera devolver el tiempo, como una película, para corregir, no equivocarnos y evitar ese dolor. Pero quizás por eso primero deberíamos pensar bien las cosas que vamos hacer o decir y luego actuar y así no tener que recoger con dolor nuestras palabras. Pero la verdad es que los problemas no son eternos, siempre tienen solución o quizás no está en nuestras manos pero ese problema por grande que sea, también pasará y en días, meses o años ni nos vamos a acordar de él y quizás ese problema nos ayudó a crecer como personas. La vida es corta, por eso lo mejor es amarla.

Néstor Chamorro, fundador de Colmundo Radio, decía frases como “no tengo tiempo para odiar sino para amar”. El libro del amor en el Padre Nuestro dice “perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, es decir, si queremos ser perdonados debemos perdonar primero. No es fácil poner la otra mejilla, pero cuando otorgo el perdón lo debo hacer más por mi bienestar, por mi paz y porque hacerlo trae bendición para mi vida porque es lo que Dios espera que yo haga.  Dejar la situación en manos de Dios, pues “él dará el pago a cada uno”. Sin olvidar que cada uno recoge de lo que ha sembrado, concepto sobre el que profundizaremos próximamente.