Entrar a las instalaciones de la Fundación Misionera Divina Redención (Fumdir) es una experiencia inspiradora en medio de esta época de pandemia. Basta recorrer los espacios de este lugar, que opera mediante convenio con la Secretaría Distrital de Integración Social, para contagiarse de la alegría, esperanza, optimismo y capacidad que irradian los 206 participantes con discapacidad que permanecen internos.
En este lugar funcionan 4 Centros Integrarte de Atención Interna, que atienden a personas con diversas discapacidades, desde los que necesitan apoyos intermitentes hasta los que requieren de un cuidador permanente para el desarrollo de sus actividades básicas cotidianas.
Allí tienen múltiples actividades que incluyen juegos de mesa como ajedrez y tradicionales, como la rana, así como talleres para trabajar coordinación por medio de aros y balones. Así mismo se encuentran áreas de lectura, escritura y música.
En el taller de costura y pintura se percibe el entusiasmo de aprender para avanzar en los procesos de los cerca de 50 participantes que asisten a la actividad. Allí, Alba Muñoz, una mujer mayor con discapacidad cognitiva leve, se destaca por su dulzura y destreza en los telares, en donde como por arte de magia, transforma hilos de colores en tapetes y preciosos bordados, objetos que junto a repisas, cuadros y artesanías son exhibidos en las ferias artesanales de la ciudad.
Esta mujer no tiene una red familiar pero encontró en los compañeros y profesionales de Fumdir unos amigos a los que considera su familia. “Me tratan muy bien, me brindan mucho afecto, cariño y comprensión. Yo aprendí aquí a tejer y me gusta mucho. Me levanto temprano, tomo mi desayuno y me paso el día aquí. Soy muy feliz”, cuenta Alba mientras desenreda unos hilos.
Como el de costura, cada salón está lleno de energía y entusiasmo. Allí los participantes muestran sus destrezas con balones, con aros, saltando o pintando, y demuestran que la discapacidad no conoce límites y que el talento cada quien lo tiene y lo entiende a su manera.