El Campo Santo fue designado como Monumento Nacional.
Sobre la avenida 26, entre la carrera 19 y la Avenida Caracas, se impone el Cementerio Central de Bogotá, una necrópolis donde reposan los restos de personalidades de la historia colombiana, entre ex presidentes, poetas, escritores y otras grandes figuras del país. Por la importancia patrimonial de este lugar, fue declarado Monumento Nacional el 26 de septiembre de 1984, convirtiéndolo en un baluarte para Bogotá y Colombia.
El cementerio más célebre de Bogotá fue construido por Pío Domínguez y Nicolás León durante la presidencia de Francisco de Paula Santander en el siglo XIX, posicionándose como una de las locaciones de Bogotá que lleva consigo el peso de ser, además de un campo santo, un sitio turístico por su valor arquitectónico e histórico. Fue uno de los primeros de Latinoamérica y uno de los más antiguos del país.
La construcción de este lugar significó el fin de una tradición funeraria predominante que llevaba siglos asentada en el país: los muertos no eran enterrados en cementerios, sino en catacumbas de iglesias, capillas y conventos. Esta transición representó un reto para las autoridades de la época, ya que enterrar los muertos fuera de instalaciones sagradas suponía un riesgo para las almas de los difuntos.
Fue el Rey Carlos III quien dio la orden de construcción del Cementerio en 1781. En abril de 1791, Domingo Esquiaqui dibujó el primer plano del terreno santo, y fue hasta 1827 que el entonces presidente Simón Bolívar firmó un decreto en el que prohibió nuevamente el entierro de cadáveres en templos, capillas o bóvedas, dando orden a la construcción de cementerios en las afueras de las poblaciones. Esta construcción terminó en 1836.
En sus inicios, para los santafereños resultaba difícil cambiar sus costumbres: ahora tenían que ver un campo como un templo santo. Y para motivar a la población, llevaron a la mayor autoridad católica de la ciudad para bendecir este espacio, y nadie fue inhumado. Se construyó una capilla al final de la elipse y cuatro años después de poner en funcionamiento el Cementerio Público de Bogotá (1840), como se denominaba en ese entonces, el entierro del presidente de la época, Francisco de Paula Santander, contribuyó a dejar atrás las viejas creencias.
Treinta años después de su puesta en marcha, en el costado occidental del campo santo, se inició la construcción de las primeras bóvedas funerarias conocidas como “Torreón Padilla”, que serían demolidas entre 1891 y 1896. Sin embargo, los entierros continuaron hasta que fueron construidos los llamados columbarios (conjunto de nichos donde se colocan los cadáveres) desde 1947.
Desde su construcción, fueron considerados como el ‘cementerio de los pobres’, ya que fue el lugar donde reposaron los restos mortales de personas de escasos recursos económicos y contrastaba fuertemente con el carácter monumental de la elipse central. Los columbarios son considerados como símbolo de la memoria oficial de la nación, lugar que también albergó algunos muertos del Bogotazo.
En el marco de la conmemoración del Día Mundial del Patrimonio, en los micrófonos de Colmundo Radio estuvo con nosotros el director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, Patrick Morales Thomas. Él, además de ser antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en antropología social de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, lleva años trabajando por el reconocimiento y apropiación del patrimonio en Colombia. Se refirió a este enigmático lugar.
“Nosotros llevamos 3 años en esta administración trabajando un proyecto de intervención del Cementerio Central, no específicamente en la elipse donde están aquellos mausoleos clásicos, sino en un predio ubicado en el costado occidental denominado como el parque de la reconciliación, donde están los columbarios del Cementerio Central. Ustedes lo identifican porque ahí está la frase ‘la vida es sagrada’, popular en la alcaldía de Antanas Mockus. Este lugar es muy importante; fue el cementerio de los pobres por más de 140 años”, sostuvo el director del IDPC.
El funcionario añadió: “Este lugar actualmente está cerrado; no funciona como cementerio. Hemos estado trabajando en un proyecto importante para construir un parque que rinda honor a la memoria de las personas de las clases populares que se enterraron allí, y que en administraciones anteriores querían convertir meramente en un espacio recreativo y pretendían demoler los columbarios”.
“Llevamos 3 años en un proceso de investigación y diálogo con la comunidad y de diseños arquitectónicos para dejarle a la ciudad allí un parque de la memoria. Entonces, la próxima administración podrá comenzar la obra; dejamos el proyecto en fase 3, donde aseguramos una financiación de 33 mil millones de pesos para un parque de la memoria que le haga honor a los patrimonios fúnebres más importantes del país”, enfatizó el Director del IDPC.
Juan Joya