Esta semana, durante la noche del miércoles y la madrugada del jueves en Quito, la capital de Ecuador, se vivieron momentos de tensión cuando dos carros bomba estallaron en diferentes ubicaciones de la ciudad. Aunque afortunadamente no hubo víctimas mortales, ambos incidentes causaron daños a edificios estatales y han desencadenado una investigación en curso para identificar a los responsables de estos actos de violencia.
El primer carro bomba explotó cerca de una zona comercial en Quito, y las autoridades informaron que algunos sospechosos abandonaron el vehículo, que contenía un explosivo de mecha lenta, mientras que otros dos individuos arrojaron un líquido inflamable sobre el automóvil. Este incidente ocurrió cerca del antiguo edificio del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de la Libertad (SNAI) y provocó múltiples explosiones sin causar víctimas.
Según las declaraciones oficiales, se encontraron “dos cilindros con combustible, mecha lenta y aparentemente tacos de dinamita” en el vehículo. El general de la Policía, Pablo Ramírez, sugirió que este ataque podría estar relacionado con una serie de traslados de presos que tuvieron lugar el mismo miércoles.
Este tipo de ataques no es desconocido en Ecuador, ya que el año pasado se registraron varios carros bomba en Guayaquil, aparentemente vinculados a actos de violencia y atentados. Además de estos incidentes en la capital, se informaron problemas de seguridad en la cárcel de Turi en Cuenca, donde se produjo un motín carcelario.
En cuanto a los detenidos, se informó que seis personas fueron retenidas, cinco de nacionalidad ecuatoriana y un colombiano. La mayoría de ellos tenía antecedentes por delitos como extorsión, robo y asesinato, y ahora están esperando ser presentados ante la justicia.
Este reciente episodio de violencia en Ecuador se suma a la creciente inseguridad que ha afectado a varias ciudades del país desde el inicio de la pandemia de COVID-19. A pesar de los esfuerzos por parte del Estado para abordar este problema, incluyendo un plan de reestructuración del sistema carcelario con un presupuesto asignado de hasta USD 125.5 millones, la implementación y el progreso de estas medidas han sido objeto de críticas y controversia, con informes que sugieren que los fondos destinados a la reforma carcelaria no se utilizan de manera efectiva.
El primer carro bomba explotó cerca de una zona comercial en Quito, y las autoridades informaron que algunos sospechosos abandonaron el vehículo, que contenía un explosivo de mecha lenta, mientras que otros dos individuos arrojaron un líquido inflamable sobre el automóvil. Este incidente ocurrió cerca del antiguo edificio del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de la Libertad (SNAI) y provocó múltiples explosiones sin causar víctimas.
Según las declaraciones oficiales, se encontraron “dos cilindros con combustible, mecha lenta y aparentemente tacos de dinamita” en el vehículo. El general de la Policía, Pablo Ramírez, sugirió que este ataque podría estar relacionado con una serie de traslados de presos que tuvieron lugar el mismo miércoles.
Este tipo de ataques no es desconocido en Ecuador, ya que el año pasado se registraron varios carros bomba en Guayaquil, aparentemente vinculados a actos de violencia y atentados. Además de estos incidentes en la capital, se informaron problemas de seguridad en la cárcel de Turi en Cuenca, donde se produjo un motín carcelario.
En cuanto a los detenidos, se informó que seis personas fueron retenidas, cinco de nacionalidad ecuatoriana y un colombiano. La mayoría de ellos tenía antecedentes por delitos como extorsión, robo y asesinato, y ahora están esperando ser presentados ante la justicia.
Este reciente episodio de violencia en Ecuador se suma a la creciente inseguridad que ha afectado a varias ciudades del país desde el inicio de la pandemia de COVID-19. A pesar de los esfuerzos por parte del Estado para abordar este problema, incluyendo un plan de reestructuración del sistema carcelario con un presupuesto asignado de hasta USD 125.5 millones, la implementación y el progreso de estas medidas han sido objeto de críticas y controversia, con informes que sugieren que los fondos destinados a la reforma carcelaria no se utilizan de manera efectiva.