Esta reflexión es para aquellas personas que están luchando por conseguir la victoria en alguna área de su vida, para aquellos que luchan con la esperanza y la fuerza de lograr un futuro más ameno y tranquilo.
Lo primero que debemos entender es que las grandes cosas en la vida no llegan de manera gratuita, las cosas importantes cuestan, por eso son importantes; el día en que esas cosas importantes ya no cuesten, automáticamente dejan de ser importantes, ya que cualquiera las podrá adquirir.
Saber que Dios nos tiene preparados para grandes cosas nos causa mucha alegría, pero muchos, al saber que tienen que pagar un alto precio para conseguir algo, inmediatamente se les acaba el entusiasmo y empiezan a desanimarse paulatinamente, al punto que muchos se rinden.
Otro aspecto a tener en cuenta es que Dios no nos quita las dificultades, pero sí nos prepara para salir victoriosos.
7 Y llamó Moisés a Josué y le dijo en presencia de todo Israel: Esfuérzate y anímate; porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus padres que les daría, y tú se la harás heredar. 8 Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides.
Deuteronomio 31:7-8
Definitivamente, no hay victorias sin batallas, debemos enfrentar cualquier situación con la ayuda de Dios, ya que no estamos llamados a huir o a escondernos de los problemas, estamos llamados a salir al campo de batalla y enfrentarlos.
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
2 Timoteo 1:7
Cuando nos detenemos a pensar en estas palabras, nos damos cuenta de que verdaderamente para alcanzar nuestras metas, propósitos y la victoria, tenemos que pelear la batalla hasta el final, mirando fijamente hacia la meta donde nos dirigimos sin permitir que ningún pensamiento contrario nos desenfoque hasta arrebatarla.
Mientras más esforzado y persistente seas en la lucha por tu bendición, tu fe irá en aumento, debes pensar siempre en lo bueno, hay que desechar los pensamientos de derrota.
Las batallas pueden causarnos dolor, tristeza, desaliento y algunas heridas, pueden parecer difíciles e imposibles de vencer, pero la satisfacción de haber peleado hasta el final es mayor, porque haber alcanzado la victoria nos hace guerreros poderosos en las manos de Dios y triunfadores para el reino de los cielos; debemos recordar siempre que para Dios “no hay nada imposible”.
Escrito por Édgar Jaimes